¿Por qué Dios mandaba a Matar en el Antiguo Testamento?

Confieso que no siempre comprendo las actitudes de Dios. Esto no necesariamente me molesta, porque sé que Sus acciones se derivan de Su amor, la santidad, la misericordia y la justicia, es decir, Su naturaleza única. Reconozco que los valores morales humanos encuentran un punto de contacto en el carácter de Dios, y, sin embargo, debo ser capaz de entender parte de la – si no toda la – dimensión moral y las consecuencias de Sus acciones. Por lo tanto, siempre debo procurar entender.

La preocupación expresada por la pregunta es que, en algunos casos, nuestra comprensión de lo que es bueno o malo parece entrar en contradicción con lo que leemos en las Escrituras. No voy a hacer frente a un caso específico, pero te daré algunas pautas generales que pueden ser útiles.

1. Hay un solo Dios:

El texto bíblico es muy claro que el Dios del Antiguo Testamento es el mismo que el Nuevo Testamento. Este punto de casi no necesita explicación. Sin embargo, no podemos confrontar el uno con el otro, sugiriendo que en el Antiguo Testamento, Dios es un Dios enojado, y en el Nuevo Testamento es un Dios de amor. El Dios de la Biblia es un Dios de misericordia, cuyo amor es eterno. La ira no es un atributo divino, pero es Su reacción al pecado y rebelión humanos mientras busca salvar a los pecadores (véase Éxodo 34: 6, 7).

2. Estudie cada caso:

Hay una serie de casos, sobre todo en el Pentateuco (los cinco libros de Moisés), en el que la ira divina parece ser implacable, y algunas sanciones por violación de ciertas leyes parecen demasiado graves (por ejemplo, Éxodo 21:15, 17). Una sola explicación es insuficiente para esclarecer todos ellos; es necesario estudiar cada uno en su contexto. En la mayoría de los casos, nos encontramos con una lógica moral adecuada para la acción o la legislación. Otros casos siguen sin estar claros. Sin embargo, si comparamos la legislación bíblica con la práctica del antiguo Oriente Medio, nos encontramos con que las leyes bíblicas eran mucho más humanas. Esto indica que Dios deseaba elevar los valores morales de su pueblo.

3. Condescendencia de Dios:

Dios se dirigió a su pueblo dentro del contexto cultural y legal en el que vivían con el fin de elevarlos a un nuevo estándar espiritual y moral. Este fue un proceso lento y a menudo doloroso, a través del cual Dios se acerca lo más posible de la condición humana sin sacrificar su integridad moral. El no escogió una de las naciones de la tierra para ser su pueblo; El decidió crear una para si. Él llamó a Abram, y de él surgieron doce tribus. La ley de los clanes y las tribus era muy estricta, y en el caso de violación, era rápidamente ejecutada. La unión de estas tribus en una nación no fue una tarea fácil, incluso para el Señor. Las leyes de las tribus fueron sancionadas y modificadas por el Señor, que también era quien estaba cargando su ejecución. En sus manos, la intención de la ley era proteger los intereses no de una tribu o clan, sino la nación en su conjunto. Dios era responsable de la preservación y restauración del orden dentro de la comunidad. La insubordinación y rebelión que colocaban en peligro la existencia misma de la comunidad no eran toleradas dentro de la teocracia (gobierno de Dios). La severidad de la pena reveló la seriedad con la que Dios trataba el pecado y la rebelión, y sirvió como una intimidación social.

La inescrutabilidad de la voluntad y la acción divina permanece con nosotros. Hay maneras de leer el texto que revela su significado moral y ético, pero reconozco que no todo es bastante claro. Sin embargo, los actos y las leyes de Dios en el Antiguo Testamento eran manifestaciones de su carácter, que se expresa plenamente en la persona de su Hijo. La respuesta final se expresa en la Biblia en la cruz de Jesús y su papel en el juicio final. El juicio cósmico dejará claro que Dios fue justo en la forma de tratar con el problema del pecado al responder a la pregunta: «El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?» (Génesis 18:25, NVI).

La respuesta, entonces, como ahora, será: Sí, Él actuó con justicia!

Por Ángel Manuel Rodríguez

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