«Entrevista» con Ellen White sobre la Navidad

La Navidad es, de lejos, el día de fiesta más concurrido de Occidente. La expresividad de la fecha en el calendario es tan intensa que el evento no se restringe al 25 de diciembre, sino que se anticipa desde mediados de noviembre y se extiende hasta el comienzo de enero. Ninguna otra fecha conmemorativa recibe atención tan prolongada. La Navidad calienta el comercio, mueve a las personas, une a las familias, conmueve los corazones. En fin, es imposible pasarla desapercibido.

A pesar de que tradicionalmente se celebra la fecha del nacimiento de Jesucristo en Belén de Judea, la Navidad ha sido una piedra en el zapato de algunos cristianos más concienzudos. Esto porque, popularmente, las conmemoraciones alusivas a la fecha se asocian a muchos elementos que transmiten todo, menos los valores enseñados por Jesucristo.

La Navidad se ha convertido en una época de consumismo, borrachera, glotonería, autogratificación, superstición, creencias y otros comportamientos que la Biblia describe como pecados que descalifican a una persona para integrar el Reino de Dios (Gal 5: 19-21). Se suma a ello un supuesto origen oscuro de los emblemas navideños y dudas en cuanto a la fecha en que es conmemorado.

Entonces, muchos preguntan: ¿Es correcto celebrar la Navidad, ya que no sabemos ni el día en que Jesús nació? ¿Es correcto dar regalos en la época de la Navidad? ¿Es correcto colocar un árbol de Navidad en la iglesia para alegría de los niños? Ellen White, en esta entrevista ficticia, nos orienta acerca de este asunto. Las preguntas son formuladas por nosotros, pero las respuestas son literalmente de Elena de White.

Pregunta: Sra. White, ¿podemos saber exactamente el día en que Jesús nació?

EGW: «Se dice que el 25 de diciembre es el día en que nació Jesucristo, y la observancia de ese día se ha hecho costumbre popular. Sin embargo, no hay seguridad de que estemos guardando el día preciso en que nació nuestro Salvador. La historia no nos da pruebas ciertas de ello. La Biblia no señala la fecha exacta. Si el Señor hubiese considerado tal conocimiento como esencial para nuestra salvación, habría hablado de ello por sus profetas y apóstoles, a fin de dejarnos enterados de todo el asunto. Por lo tanto, el silencio de las Escrituras al respecto nos parece evidencia de que nos fué ocultado con el más sabio de los propósitos.»

Pregunta: Si no sabemos el día exacto del nacimiento de Jesús, ¿es lícito realizar algún tipo de conmemoración el día 25 de diciembre, día en que el mundo cristiano conmemora ese acontecimiento?

EGW: «En vista de que el 25 de diciembre se observa para conmemorar el nacimiento de Cristo, y en vista de que por el precepto y por el ejemplo se ha enseñado a los niños que es en verdad un día de alegría y regocijo, os resultará difícil pasar por alto esa fecha sin dedicarle cierta atención. Es posible valerse de ella con un buen propósito.»

Pregunta: ¿Qué piensa usted sobre la costumbre de dar regalos en la época de la Navidad?

EGW: «Se acerca la época de las fiestas con su intercambio de regalos, y tanto los jóvenes como los adultos consideran atentamente qué pueden dar a sus amigos en señal de afectuoso recuerdo. Por insignificantes que sean los regalos, es agradable recibirlos de aquellos a quienes amamos. Constituyen una demostración de que no nos han olvidado, y parecen estrechar un poco más los lazos que nos unen con ellos. … Está bien que nos otorguemos unos a otros pruebas de cariño y aprecio con tal que no olvidemos a Dios, nuestro mejor Amigo. Debemos hacer regalos que sean de verdadero beneficio para quienes los reciban. Yo recomendaría libros que ayuden a comprender la Palabra de Dios o que acrecienten nuestro amor por sus preceptos.»

Pregunta: ¿Y cómo podemos manifestar a Jesús nuestro reconocimiento en las festividades de la Navidad?

EGW: «Hermanos y hermanas, mientras estáis pensando en los regalos que queréis ofreceros unos a otros, quisiera haceros acordar de nuestro Amigo celestial, no sea que olvidéis lo que él nos pide. ¿No le agradará nuestra demostración de que no le hemos olvidado? Jesús, el Príncipe de vida, lo dió todo para poner la salvación a nuestro alcance. … Hasta sufrió la muerte, para poder darnos la vida eterna. Mediante Cristo es como recibimos toda bendición. … ¿No compartirá nuestro Benefactor celestial las pruebas de nuestra gratitud y amor? Venid, hermanos y hermanas, con vuestros hijos, aun con los niños de brazos, y traed vuestras ofrendas a Dios de acuerdo con lo que podáis dar. Hónrenle vuestros corazones con melodías y alabadle con vuestros labios.»

Pregunta: ¿Usted ve alguna forma más sensata de celebrar la Navidad de la que a menudo se practica entre los cristianos?

EGW: «El mundo dedica las fiestas a la frivolidad, el despilfarro, la glotonería y la ostentación. … En ocasión de las próximas fiestas de Navidad y Año Nuevo se desperdiciarán miles de dólares en placeres inútiles; pero es privilegio nuestro apartarnos de las costumbres y prácticas de esta época de degeneración; y en vez de gastar recursos simplemente para satisfacer el apetito y comprar inútiles adornos o prendas de vestir, podemos hacer de las próximas fiestas una ocasión de honrar y glorificar a Dios.6  Cristo debe ser el objeto supremo; pero en la forma en que se ha estado observando la Navidad, la gloria se desvía de él hacia el hombre mortal, cuyo carácter pecaminoso y defectuoso hizo necesario que el Salvador viniese a nuestro mundo. Jesús, la Majestad del cielo, el Rey del cielo, depuso su realeza, dejó su trono de gloria, su alta investidura, y vino a nuestro mundo para traer auxilio divino al hombre caído, debilitado en su fuerza moral y corrompido por el pecado. … Los padres debieran recordar estas cosas a sus hijos e instruirlos, renglón tras renglón, precepto tras precepto, en su obligación para con Dios, no en la que creen tener uno hacia otro, de honrarse y glorificarse mutuamente con regalos.»

Pregunta: ¿Y cómo hacerlo de tal manera que los niños entiendan y acepten de buena voluntad?

EGW: «Son muchas las cosas que pueden idearse con buen gusto y a un costo mucho menor que el de los regalos innecesarios que con tanta frecuencia se ofrecen a los niños y a los parientes. Así se manifestará cortesía en el hogar y habrá felicidad en él. Podéis enseñar una lección a vuestros hijos al explicarles vuestros motivos por hacer cambios con respecto al valor de sus regalos y decirles que os convencisteis de que solíais considerar su placer antes que la gloria de Dios. Decidles que pensabais más en vuestro propio placer y en la satisfacción de ellos que en el progreso de la causa de Dios, a la cual descuidabais para manteneros en armonía con las costumbres y las tradiciones del mundo, haciendo regalos a quienes no los necesitaban. Como los antiguos magos, podéis ofrecer a Dios vuestros mejores regalos y demostrarle por vuestras ofrendas que apreciáis el don que hizo a un mundo pecaminoso. Encauzad los pensamientos de vuestros hijos en una nueva dirección, que los haga altruístas al incitarlos a presentar ofrendas a Dios por el don de su Hijo unigénito.»

Pregunta: ¿Y en cuanto a la costumbre de colocar un árbol de Navidad en la iglesia?

EGW: «Agradaría mucho a Dios que cada iglesia tuviese un árbol de Navidad del cual colgasen ofrendas, grandes y pequeñas, para esas casas de culto.* Nos han llegado cartas en las cuales se preguntaba: ¿Tendremos un árbol de Navidad? ¿No seremos en tal caso como el mundo? Contestamos: Podéis obrar como lo hace el mundo, si estáis dispuestos a ello, o actuar en forma tan diferente como sea posible de la seguida por el mundo. El elegir un árbol fragante y colocarlo en nuestras iglesias no entraña pecado, sino que éste estriba en el motivo que hace obrar y en el uso que se dé a los regalos puestos en el árbol.  El árbol puede ser tan alto y sus ramas tan extensas como convenga a la ocasión, con tal que sus ramas estén cargadas con los frutos de oro y plata de vuestra beneficencia y los ofrezcáis a Dios como regalo de Navidad. Sean vuestros donativos santificados por la oración. Las fiestas de Navidad y Año Nuevo pueden y deben celebrarse en favor de los desamparados. Dios es glorificado cuando damos para ayudar a los que han de sustentar familias numerosas»

Pregunta: Sra. White ¿celebraba usted la Navidad? ¿la iglesias de su tiempo celebraban la Navidad?

EGW: Anoche se celebró la Navidad en el tabernáculo [de Battle Creek], y todo salió bien, con modestia, solemnidad y gratitud manifestada en todo lo que se hizo y se dijo, porque Jesús, el Príncipe de la vida, vino a este mundo como el bebé de Belén para ofrecerse por nuestros pecados.– Elena G. de White, Manuscrito 24, 1889 (Silver Spring, MD: Ellen G. White Estate, 25 de Diciembre de 1889)

EGW: El miércoles de mañana, día de Navidad, se celebró una reunión y 13 niños y jóvenes expresaron su determinación de ser cristianos. Cinco jóvenes no estaban presentes en esa mañana de Navidad, pero en respuesta a las exhortaciones de sus jóvenes amigos, ellos también dieron sus corazones al Señor, haciendo un total de 18 cuyas vidas fueron cambiadas durante esos cinco días memorables en Washington.– Arthur L. White, Elena de White: Mujer de visión (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2003), 140.

EGW: Al terminar el largo viaje que me trajo del este, llegué a casa a tiempo para pasar la víspera de Año Nuevo en Healdsburg. El salón de actos del colegio había sido preparado para una reunión de la escuela sabática. Se habían ordenado con buen gusto guirnaldas de ciprés, hojas otoñales, ramas de coníferos y flores. Una gran campana formada con ramas de pino colgaba del arco de entrada al salón. El árbol estaba bien cargado de donativos, que iban a emplearse para beneficio de los pobres y para contribuir a la compra de una campana…. En esa ocasión nada se dijo ni se hizo que hubiese de cargar la conciencia de nadie. Algunos me dijeron: “Hermana White, ¿qué piensa Vd. de esto? ¿Concuerda con nuestra fe?” Les contesto: “Concuerda con mi fe.” –Elena G. de White, “Notes of Travel”, RH, 29 de enero, 1884.

Fuente: El Hogar Cristiano, pag, 434-438

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- Elena G. White


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