Las personas que son objetivo especial de Satanás ¡cuidado!

Naturalmente, aquellos que permanecen leales a Dios son el objetivo especial del esfuerzo final de Satanás para engañar. Apocalipsis 12, el capítulo que menciona primero la guerra en el cielo, describe a los leales de Dios como los objetos especiales de la ira de Satanás (12:12). Él va a hacer la guerra a los que son llamados el Remanente, los que quedan. Los que son objeto de la ira especial de Satanás son: «Los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.» (Apocalipsis 12:17). No aceptan las mentiras de Satanás.

El objetivo especial de Satanás

Los éxitos de Satanás para engañar a los fieles

Si nos consideramos entre el pueblo leal de Dios, haríamos bien en notar los éxitos de Satanás a través de los siglos al engañar a los santos. Normalmente no tienta a los santos en las indulgencias groseras, las cosas que la mayoría de los santos nunca pensarían hacer. Más bien, Satanás ha usado métodos insidiosos para volver a los santos contra nuestro Padre celestial, incluso mientras profesaban ser el pueblo elegido de Dios.

Recordamos su éxito original entre los brillantes ángeles en el cielo. ¿Cómo es posible que Satanás pudo engañarlos en la misma presencia del Padre? Sin embargo lo hizo.

Obtenemos una idea de los engaños de Satanás al considerar cómo trabajó contra el pueblo elegido de Dios en el Antiguo Testamento. Después de la disciplina de Babilonia y el gran avivamiento y reforma que tuvieron lugar bajo Esdras y Nehemías, el pueblo del Antiguo Testamento de Dios nunca más volvió a adorar a los ídolos. ¡Oh, cómo leían sus Biblias, pagaban sus diezmos, observaban su dieta y eran muy cuidadosos de no contaminarse por asociación con incrédulos! ¡Oh, cómo esperaron la venida de su Mesías! Se podría decir, en principio, que todos eran ansiosos «adventistas».

Sin embargo, cuando el Mesías vino a vivir entre ellos, denunciaron su imagen del Padre como herética y no bíblica. Incluso dijeron que el Hijo de Dios tenía un demonio por hablar de su Padre de esa manera: «Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?» Juan 8:48, NVI 

¡Imagínelos diciendo que el Señor tenía un demonio por describir a Dios de la forma como Él lo hizo! Cuando dijeron que el Señor tenía un demonio, parecían tan devotos. Estaban ansiosos por ser conocidos como el verdadero pueblo de Dios, incluso trabajando duro para ganar a otros para la verdad. Recordemos las propias palabras de Jesús cuando comentó sobre los esfuerzos evangelísticos mundiales de su pueblo en aquellos días:

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros… porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello… Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!» (Mateo 23:15, 23-24, GNB)!

Ellos ganarían conversos al sábado y todas esas otras cosas. Sin embargo, su converso podría ser al mismo tiempo un hijo del infierno, como dicen otras versiones. Habían aceptado la imagen de Dios que Satanás les mostró y pasaron por alto lo que Dios realmente quería de ellos.

Al decir esto, no estoy siendo irrespetuoso con el pueblo judío. Tenga en cuenta, cuando me refiero a los judíos, que Jesús era judío. Pablo era judío. Los apóstoles eran judíos. Los profetas del Antiguo Testamento eran judíos. ¿Dónde estaríamos si no fuera por los judíos? Los judíos siempre han tratado de ser los santos obedientes de Dios. Simplemente estoy señalando que sus fallas entonces eran similares a las nuestras ahora. Observe cómo su pasión por obedecer a Dios les causó un grave problema el viernes de crucifixión:

«Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua»(Juan 18:28,).

Piensa en lo que representaba la Pascua. Los judíos con razón y devoción querían participar de la Pascua. Pero la crucifixión amenazó con interrumpir sus planes. Como el día de la crucifixión no fue solo una Pascua, sino un Viernes de Pascua, hubo un problema adicional que los enfrentó:

«Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí.» (Juan 19:31).

Después de que los cuerpos fueron retirados, se apresuraron a casa para santificar el sábado. Esta es quizás la cosa más loca en la historia del universo. Habiendo clavado a su Salvador en la cruz, corrieron a casa para santificar el sábado en honor del mismo que acababan de crucificar. 

Habían observado la forma en que Jesús se comportó mientras sufría. Lo escucharon decir: «Perdónalos». Lo escucharon decirle a Juan: «Cuida de mi madre». Lo escucharon perdonar al ladrón. Jesús se había comportado precisamente como los profetas del Antiguo Testamento habían dicho que lo haría. 

Pero estaban tan engañados por las mentiras de Satanás que no les conmovió nada. En cambio, afirmaron que Jesús fue quien aceptó las mentiras de Satanás sobre Dios.

¿Será posible que Satanás no esté engañando tan profunda y sutilmente como a los judíos? Puede ser que nos creamos santos solo por estar en el lugar correcto, haciendo lo que es en apariencia correcto y guardando las ordenanzas fielmente, pero que estemos tan lejos de Dios como para crucificarlo cada día y seguir con nuestras costumbres religiosas adorando al mismo Dios que azotamos. Pensemos en esto y no olvidemos cuán astuto es nuestro enemigo y cuando fácil cedemos nosotros.

Por Jon Paulien, en su blog

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