¿Puede uno tener la seguridad de su salvación eterna?
La actual moda religiosa exige responder afirmativamente, y acompañar preferiblemente la respuesta con una sonrisa que parezca expresar confianza y seguridad. Pero nadie debe ignorar la triste realidad expresada por Jesús, a propósito del juicio final: «En aquel día muchos me dirán: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos demonios, y en tu nombre hicimos milagros?’ Entonces les diré: ‘¡Nunca os conocí! ¡Apartaos de mí, obradores de maldad!’ » ¡Hubo un gravísimo error! Es imposible imaginar un autoengaño de peores consecuencias. Esa fe que muchos consideraron genuina, resultó ser falsa, pues no «obró» obediencia a los mandamientos de Dios. ¿Cómo pues, resolver la cuestión de la seguridad en la salvación? ¿Simplemente afirmando estar seguros de ella? ¿Insistiendo en que somos salvos, como prueba y demostración de que lo somos realmente? Eso puede esconder el más trágico de los engaños. Pero por otra parte, no es la voluntad de Dios que nos estemos debatiendo en la duda y el temor.
Algunas claves que pueden ayudar a responder:
- 1- Hay algo que merece nuestra atención, que es mucho más importante que nuestra propia salvación personal: el éxito del plan de salvación de Cristo en su controversia con Satanás. Cuando nuestra preocupación se centra «en Cristo», en su obra y en su victoria, se desvanece nuestra preocupación y temor (1 Cor. 5:14 y 15; 1 Juan 4:18).
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- 2- Si pretendes que tu seguridad se base en tu propia fe, obediencia, obras, etc, estarás siempre preguntándote si tienes bastante fe, obediencia, obras, etc. Mientras el fundamento de tu seguridad siga centrado en tu propio «yo», poco importa la terminología piadosa con la que procures revestirlo, sólo será posible uno de estos dos resultados: (a) arrogancia espiritual («Soy rico, estoy enriquecido, y nada necesito» Apoc. 3:17), o (b) desánimo espiritual (‘quisiera ser lo suficientemente bueno como para ir al cielo’).
- 3- Incluso aún articulando la frase correcta: ‘mi seguridad se encuentra en Cristo’, nuestra pretensión de estar «en él» es vana cuando en nuestra vida falta la evidencia de estar realmente en Cristo. No hay conflicto alguno entre la fe y las obras. La verdadera fe se demuestra siempre en obras, y las tales son examinadas en el día del juicio; no para salvarnos, sino para probar lo genuino de nuestra fe. Vale la pena concretar la pregunta: ¿Seguridad de la salvación? Sí. Pero salvación, ¿de qué? Si es de la muerte, de la destrucción, recuerda que todas las falsas religiones la prometen. La religión de Cristo es la única que salva de las consecuencias del pecado, SALVANDO DEL PECADO: «Lo llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mat. 1:21). Te salvó ya de las consecuencias del pecado (la muerte eterna, Heb. 2:9). Te salva -cuando crees- del poder del pecado (Rom. 6:17 y 18). Y te salvará -en su segunda venida- de la presencia del pecado (1 Cor. 15:53-56). Si no quieres oír nunca las palabras de Mateo 7:23, medita en las de 2 Tim. 2:19.
- 4- Nuestra seguridad descansa en lo que Cristo hizo por toda la raza humana. Fuimos «justificados por su sangre» derramada en la cruz (Rom. 5:9). Nos escogió para que fuésemos salvos eternamente y es su voluntad que «todos los hombres sean salvos» (1 Tim. 2:4). ¿Has estado resistiendo su voluntad? ¿Se ha interpuesto en el camino una voluntad opuesta a la suya? ¿Has resistido la convicción de pecado que trae el Espíritu Santo? Reconoce que sólo tienes cosas que agradecerle. Glorifícalo por haber sufrido ya la muerte eterna que te correspondía, por haberte salvado de ella. Permite que su Espíritu Santo te guíe en la senda de la obediencia. Tu vida hablará entonces a los demás del amor de Cristo.
R.J.W. – L.B
Via | Libros1888
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
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