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Hay muchos misterios en el mundo y el Universo sin resolver incluso con la ayuda de la ciencia, la tecnología y la investigación. Aunque queramos explicaciones lógicas para estos misteriosos sucesos, a partir de ahora tendremos que conformarnos con meras especulaciones. Por ejemplo, ¿qué tamaño tiene el Universo? ¿Es el Universo infinito? La distancia desde el «final» del Universo observable es de 46 mil millones de años luz, pero eso no significa que termine allí, ya que se está expandiendo constantemente.
¿Por qué se secó el agua de Marte? Se ha descubierto que el planeta más cercano a la Tierra alguna vez tuvo agua, pero el motivo de su desaparición sigue siendo un misterio. Las teorías más aceptadas son la de un evento cataclísmico, como el impacto de un meteorito, que habría provocado que la mayor parte de la atmósfera del planeta fuera «arrojada» al espacio.
¿Hay vida fuera de la Tierra? Uno de los mayores misterios de la humanidad es si estamos solos en el Universo. Hay personas que no solo creen que los extraterrestres existen, sino que también nos visitan y nos observan.
Desde la antigüedad, la muerte ha sido un misterio. Muchos se preguntan: ¿Qué pasa cuando una persona muere? ¿A dónde va una persona que muere? ¿Hay vida más allá de la tumba? Este misterio ha despertado la imaginación humana. Se crearon historias y mitos complejos para dibujar mundos y dimensiones más allá de la tumba. Como resultado, numerosas tradiciones se han convertido en parte del pensamiento popular, especialmente en torno a la creencia en la reencarnación y en la inmortalidad del alma.
Sin embargo, en este artículo queremos hablar del mayor de los misterios del Universo: el plan de salvación. Este es un misterio que apenas podemos empezar a comprender. El apóstol Pablo habla de este misterio cuando escribe:
«E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria.»
(1 Timoteo 3:16).
A los efesios escribió: “y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio,” (Efesios 6:19).
Misterio es un término usado por Pablo para referirse al «propósito de Dios de salvar a judíos y gentiles para el reino de los cielos» (CBA, v. 6, p. 671). Para hablar de este gran misterio de nuestra piedad, Jesús, Pablo cita el “fragmento de un himno o de una profesión litúrgica de fe” (Biblia de Jerusalén, p. 2228). El himno presenta la inconmensurable grandeza de Cristo.
Sin duda, Pablo fue elegido por Dios para tener el honor de ser uno de los portadores de este misterio “que había estado oculto desde los siglos y edades” (Col 1: 26; Ef 3: 3). ¿Qué misterio mueve nuestra piedad, amor ferviente y reverencia a Dios?
¿Cuál es el misterio del evangelio?
El misterio de la gracia de Dios radica en el hecho de que el Creador del Universo se humilló para revestirse de humanidad, vivió en el trabajo duro y el sufrimiento, solo para morir por nosotros, en sacrificio por el pecado, para perdonarnos y mostrar misericordia, y este es el misterio que ha estado oculto desde la eternidad y en todas las edades y generaciones.
Isaías 9:6 trae la profecía de este evento inconmensurable: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”
El misterio parece el más grande de todos, porque está relacionado con nuestra eterna redención. No podría haber habido salvación del pecado mediante la muerte vicaria si Dios no se hubiera encarnado. El pecado no se quita excepto por una expiación, ni ninguna persona podría haber sido suficiente para expiar, sino alguien de una naturaleza similar a aquellos que habían ofendido.
Por un hombre vino la muerte, por un hombre también debe venir la resurrección. Jesús aparece como un Hombre para salvar a Su pueblo de sus pecados, tomando los pecados de Su pueblo sobre Sí mismo y ofreciendo una propiciación por ellos. ¡Qué visión tan maravillosa fue la muerte del Redentor!
“Al revestirse de la naturaleza humana, Cristo eleva a la humanidad. Al vincularse con Cristo, los hombres caídos son colocados donde pueden llegar a ser en verdad dignos del título de “hijos de Dios.””
(Elena G. de White, El Camino a Cristo, p. 15 ).
La historia de la redención siempre me ha impresionado. Cada vez que medito y estudio esta historia me conmueve, y mi corazón se llena de alegría y gratitud a Dios, porque en la cruz veo todos mis pecados castigados en la Persona de Dios encarnada, y escucho la voz que dice: “ Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.”(Rom 8: 1, NVI). Este misterio es tan grande que Elena de White afirmó que esta verdad impresionará los corazones de los seres creados por Dios por toda la eternidad. Ella escribió:
«Pero el tema de la redención es un tema que los ángeles desean escudriñar; será la ciencia y el canto de los redimidos a través de las edades sin fin de la eternidad. ¿No es digno de reflexión y estudio cuidadoso ahora? ¿No alabaremos a Dios con corazón, alma y voz por sus “maravillas para con los hijos de los hombres”? Salmos 107:8.» (5TI 297)
«El estudio de la encarnación de Cristo, su sacrificio expiatorio y su obra de mediación, ocuparán la mente del estudiante diligente mientras dure el tiempo; y mirando hacia el cielo con sus innumerables años, exclamará: “¡Grande es el misterio de la piedad!” (OE 264)
Ella aun escribió este pensamiento asombroso: “Los hombres más talentosos de la tierra podrían encontrar una aplicación abundante, desde ahora hasta el juicio, para todas las facultades que Dios les dio, exaltando el carácter de Cristo. Incluso ellos todavía serían incapaces de presentarlo como es. Los misterios de la redención, que abarcan el carácter divino-humano de Cristo, Su encarnación, Su expiación por el pecado, podrían ocupar las penas y facultades mentales superiores de hombres más sabios, desde ahora hasta que Cristo se revele en las nubes del Cielo con poder y gran gloria. Sin embargo, si estos hombres intentaran con todas sus fuerzas hacer una representación de Cristo y su obra, esta representación quedaría muy lejos de la realidad. […] El tema de la redención ocupará la mente y la lengua de los redimidos por las edades eternas. (Comentario bíblico adventista, v. 6, pág. 1244).
El misterio de Jesús, quien era Dios (Juan 1: 1-3), manifestado en la carne fue una piedra de tropiezo para muchos judíos en ese momento. Ellos, con mentes terrenales, nunca pudieron entender cómo Jesús, siendo un hombre, podría ser Dios, entonces dijeron: “Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.» (Juan 10:33).
La mayoría de los judíos contemporáneos de Jesús no lograron comprender esta verdad eterna y sublime. Pero sabemos que Jesús es Dios encarnado, que vino a revelar el carácter amoroso de Dios Yahvé. Pero más allá de eso, vino a redimir a la humanidad a través de Su muerte en sacrificio. Esta es la verdad fundamental del evangelio.
El amor inconmensurable de Dios: no lo entendemos del todo
¿Qué explica por qué Dios dejó el Cielo, asumió la naturaleza humana, vivió en la Tierra una vida de intenso servicio, soportando todo tipo de críticas y humillaciones, sin tomar represalias contra ellas y muriendo vergonzosa y dolorosamente en la cruz por la humanidad pecadora? ¡El amor! No hay otra explicación.
El apóstol Pablo declaró: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5: 8). Ese es mi Dios. Cristo murió por nosotros, aunque todavía éramos pecadores. Él murió nuestra muerte para que pudiéramos recibir la vida eterna que le pertenecía. Cuando éramos sus enemigos, él era nuestro amigo. Cuando le damos la espalda, Él vuelve su rostro hacia nosotros. La gloria de Su gracia es que Él acepta lo inaceptable, perdona lo imperdonable y ama a los que no son amados.
Este pensamiento es maravillosamente capturado por Elena de White: “Tal amor es incomparable. ¡Que podamos ser hijos del Rey celestial! ¡Promesa preciosa! ¡Tema digno de la más profunda meditación! ¡Incomparable amor de Dios para con un mundo que no le amaba! Este pensamiento ejerce un poder subyugador que somete el entendimiento a la voluntad de Dios.” (El Camino a Cristo, p. 15).
Esto es algo que los mortales no entendemos. ¿Por qué Dios debería amarnos tanto que envió a su propio Hijo al mundo, sabiendo que los hombres malos lo rechazarían, lo perseguirían y finalmente lo clavarían en la cruz? La cruz ya no existe, pero el amor permanece.
El apóstol Juan, uno de los testigos en el Calvario, escribió más tarde que “tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16, NVI).
Este versículo se ha convertido en el más conocido y querido de las Sagradas Escrituras y se aplica a usted, querido lector, quienquiera que sea: ateo, escéptico, miembro de la iglesia tibio, madre frustrada, esposa deprimida, esposo enojado o cristiano devoto. El amor de Dios y de Jesús, Su Hijo, puede cambiar tu vida. ¡Hoy!
Solo cuando comencemos a comprender esta gran verdad del amor de Dios, nuestras mentes quedarán profundamente impresionadas, lo que conducirá a un cambio completo en nuestras vidas. Por lo tanto, cuando nos demos cuenta de que nuestro Dios realmente nos ama con cada vibración de Su Ser, todos seremos transformados a Su semejanza. Es el amor de Dios el que toca nuestras vidas.
Elena de White habla de manera encantadora del amor inconmensurable de Dios cuando escribe:
«Todo el amor paterno que se haya transmitido de generación a generación por medio de los corazones humanos, todos los manantiales de ternura que se hayan abierto en las almas de los hombres, son tan sólo como una gota del ilimitado océano, cuando se comparan con el amor infinito e inagotable de Dios. La lengua no lo puede expresar, la pluma no lo puede describir. Podéis meditar en él cada día de vuestra vida; podéis escudriñar las Escrituras diligentemente a fin de comprenderlo; podéis dedicar toda facultad y capacidad que Dios os ha dado al esfuerzo de comprender el amor y la compasión del Padre celestial; y aun queda su infinidad. Podéis estudiar este amor durante siglos, sin comprender nunca plenamente la longitud y la anchura, la profundidad y la altura del amor de Dios al dar a su Hijo para que muriese por el mundo. La eternidad misma no lo revelará nunca plenamente.» (Testimonios para la Iglesia, t. 5, pág. 691).
Querido querido lector, ¿no quieres recibir en tu vida el toque del amor de Dios para la transformación de tu vida? Solo necesitas encontrarte con Jesús cuando te llame, ven a mí. Cuando Jesús nos llama es porque quiere derramar sobre nosotros su amor transformador. ¿No quieres responder al amor de Dios, en vista de lo que ya ha hecho, entregándote plenamente y sin reservas a Él? ¡Hazlo hoy!
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
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