¿Quiénes estarán allí? En el Cielo!

Los trofeos de Cristo—En aquel día los redimidos resplandecerán en la gloria del Padre y del Hijo. Tocando sus arpas de oro, los ángeles darán la bienvenida al Rey y a los trofeos de su victoria: los que fueron lavados y emblanquecidos en la sangre del Cordero. Se elevará un canto de triunfo que llenará todo el cielo. Cristo habrá vencido. Entrará en los atrios celestiales acompañado por sus redimidos, testimonios de que su misión de sufrimiento y sacrificio no fue en vano…


Jesús ascendió al Padre como representante de la familia humana, y allí llevará Dios a los que reflejan su imagen para que contemplen su gloria y participen de ella con él.—Testimonios para la Iglesia 9:227.

Compartirán su gloria—Los que son participantes de los sufrimientos de Cristo, serán también participantes de su consolación, y al fin compartirán también su gloria.—Los Hechos de los Apóstoles, 212. 

Las sorpresas de Dios—En el cielo habrá muchos de quienes sus prójimos suponían que nunca entrarían allí.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 50.

Compañeros celestiales—Entonces los redimidos serán recibidos con gozo en el lugar que Jesús les está preparando. Allí su compañía no será la de los viles de la tierra, mentirosos, idólatras, impuros e incrédulos, sino la de los que hayan vencido a Satanás y que por la gracia divina hayan adquirido caracteres perfectos. Toda tendencia pecaminosa, toda imperfección que los aflige aquí, habrá sido quitada por la sangre de Cristo y se les concede la excelencia y brillantez de su gloria, que excede en mucho a la del sol. Y la belleza moral, la perfección de su carácter resplandecen con excelencia mucho mayor que este resplandor exterior. Están sin mancha delante del trono de Dios y participan de la dignidad y de los privilegios de los ángeles.—El Camino a Cristo, 126. 


Los hermanos Fitch y Stockman—Todos nosotros nos ubicamos bajo el árbol [de la vida], y nos sentamos para contemplar la gloria de aquel paraje, cuando los Hnos. Fitch y Stockman, que habían predicado el evangelio del reino y a quienes Dios había puesto en el sepulcro para salvarlos, se llegaron a nosotros y nos preguntaron qué había sucedido mientras ellos dormían. Quisimos referirles las mayores pruebas por las que habíamos pasado; pero éstas resultaban tan insignificantes frente a la incomparable y eterna gloria que nos rodeaba, que nada pudimos decirles y todos exclamamos: “¡Aleluya! Muy poco nos ha costado el cielo”. Pulsamos entonces nuestras arpas gloriosas, y sus ecos resonaron en las bóvedas del cielo.—Notas Biográficas de Elena G. de White, 74, 75. 

La gran multitud de redimidos—Junto al trono estaban los que antes habían sido celosos promotores de la causa de Satanás pero que, rescatados como tizones arrebatados del incendio, habían seguido al Salvador con profunda e intensa devoción. Detrás estaban los que perfeccionaron caracteres cristianos en medio de la falsedad y la infidelidad, los que honraron la ley de Dios cuando el mundo cristiano la declaró nula, y los millones de todas las épocas que cayeron como mártires por causa de su fe. Y más atrás aún estaba la “gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas… estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos”. Apocalipsis 7:9. Su lucha había concluido, su victoria ya había sido lograda.—La Historia de la Redención, 441. 

Los apóstoles de Cristo—Entre la multitud de rescatados se encontraban los apóstoles de Cristo, el heroico Pablo, el ardoroso Pedro, el amado y amante Juan y sus fieles hermanos, y con ellos el vasto ejército de los mártires.—La Historia de la Redención, 444. 

Mártires sepultados en las catacumbas en Roma—Las catacumbas ofrecieron refugio a millares de cristianos. Debajo de los cerros, en las afueras de la ciudad de Roma, se habían cavado a través de tierra y piedra largas galerías subterráneas, cuya obscura e intrincada red se extendía leguas más allá de los muros de la ciudad. En estos retiros los discípulos de Cristo sepultaban a sus muertos y hallaban hogar cuando se sospechaba de ellos y se los proscribía. Cuando el Dispensador de la vida despierte a los que pelearon la buena batalla, muchos mártires de la fe de Cristo se levantarán de entre aquellas cavernas tenebrosas.—El Conflicto de los Siglos, 44. 

Sus fieles servidores—Con amor inexpresable, Jesús admite a sus fieles “en el gozo de su Señor”. El Salvador se regocija al ver en el reino de gloria las almas que fueron salvadas por su agonía y humillación. Y los redimidos participarán de este gozo, al contemplar entre los bienvenidos a aquellos a quienes ganaron para Cristo por sus oraciones, sus trabajos y sacrificios de amor. Al reunirse en torno del gran trono blanco, indecible alegría llenará sus corazones cuando noten a aquellos a quienes han conquistado para Cristo, y vean que uno ganó a otros, y éstos a otros más, para ser todos llevados al puerto de descanso donde depositarán sus coronas a los pies de Jesús y le alabarán durante los siglos sin fin de la eternidad.—El Conflicto de los Siglos, 705. 

Mártires y santos con los ángeles y su Salvador—Estarán allí los ángeles, y los santos resucitados y los mártires, y lo mejor de todo, lo que nos producirá el mayor gozo, es que allí veremos a nuestro amado Salvador, que sufrió y murió para que pudiéramos disfrutar tanta felicidad y libertad. Su glorioso rostro resplandecerá con más brillo que el sol, inundará de luz la hermosa ciudad y reflejará su gloria en derredor.—Mi vida hoy, 368.1. 

Niños—Habrá niños allí. Jamás reñirán ni discutirán. Su amor será ferviente y santo. También tendrán una corona sobre la frente y un arpa en las manos. Y sus caritas, que tantas veces reflejaban pena y preocupación, irradiarán santo gozo, como reflejo de su perfecta libertad y dicha.—Mi vida hoy, 368.1. 

Una carta consoladora— 

Querido hermano,
Me resulta difícil saber qué decirle. Quedé abrumada con la noticia de la muerte de su esposa. Me resultaba difícil creerlo… El sábado pasado por la noche, Dios me dio una visión que ahora le transmito… 


Vi que ella estaba sellada y que resucitará a la voz de Dios y estará con los 144.000. Vi que no necesitábamos llorarla; ella descansará en el tiempo de prueba y todo lo que debemos lamentar es nuestra propia desgracia por estar privados de su compañía. Vi que su muerte era para bien.—FCV, 175.1. 

Los que vienen a Dios con fe—Dios condena justicieramente a todo el que no hace de Cristo su Salvador personal, pero perdona a cada alma que acude a él con fe, y la capacita para realizar las obras de Dios y para ser una con Cristo por la fe. Jesús dice de tales personas: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad [esta unidad proporciona perfección de carácter], para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado”. Juan 17:23. El Señor ha provisto todo lo necesario para que el hombre pueda alcanzar la salvación plena y gratuita, y sea completo en él. El propósito de Dios es que sus hijos tengan los brillantes rayos del Sol de justicia, que todos tengan la luz de la verdad. Dios ha proporcionado la salvación al mundo a un costo infinito, nada menos que la dádiva de su Hijo unigénito. El apóstol pregunta: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” Romanos 8:32. Por lo tanto, si no somos salvados, la falta no será de Dios, sino nuestra por haber dejado de cooperar con los instrumentos divinos. Nuestra voluntad no ha coincidido con la voluntad de Dios.—Mensajes Selectos 1:440. 

Los que confían en Jesús—El que está intentando alcanzar el cielo por sus propias obras al guardar la ley, está intentando un imposible. El hombre no puede ser salvado sin la obediencia, pero sus obras no deben ser propias. Cristo debe efectuar en él tanto el querer como el hacer la buena voluntad de Dios. Si el hombre pudiera salvarse por sus propias obras, podría tener algo en sí mismo por lo cual regocijarse. El esfuerzo que el hombre pueda hacer con su propia fuerza para obtener la salvación está representado por la ofrenda de Caín. Todo lo que el hombre pueda hacer sin Cristo está contaminado con egoísmo y pecado, pero lo que se efectúa mediante la fe es aceptable ante Dios. El alma hace progresos cuando procuramos ganar el cielo mediante los méritos de Cristo. Contemplando a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe, podemos proseguir de fortaleza en fortaleza, de victoria en victoria, pues mediante Cristo la gracia de Dios ha obrado nuestra completa salvación.

Sin fe es imposible agradar a Dios. La fe viviente capacita a su poseedor para aferrarse de los méritos de Cristo, lo capacita para obtener, del plan redentor, gran consuelo y satisfacción.—Mensajes Selectos 1:426, 427. 

Los que se sostienen en Jesús—Nuestro Salvador es la escalera que Jacob vio, cuya base descansaba en la tierra, y cuya cúspide alcanzaba a los altos cielos. Esto revela el señalado método de salvación. Si alguno de nosotros se ha de salvar finalmente, será por haberse aferrado a Jesús como a los peldaños de una escalera.—Joyas de los Testimonios 2:211, 212.

Los que se humillan como un niño serán elegidos.El Padre dispensa su amor a su pueblo elegido que vive en medio de los hombres. Este es el pueblo que Cristo ha redimido por el precio de su propia sangre; y porque responden a la atracción de Cristo por medio de la soberana misericordia de Dios, son elegidos para ser salvados como hijos obedientes. Sobre ellos se manifiesta la libre gracia de Dios, el amor con el cual los ha amado. Todos los que quieran humillarse a sí mismos como niñitos, que quieran recibir y obedecer la Palabra de Dios con la sencillez de un niño, se encontrarán entre los elegidos de Dios.—Maravillosa Gracia de Dios, La, 142. 

Los 144.000—…Atravesamos los bosques en camino hacia el monte de Sion. {SVC 85.1}
En el trayecto encontramos a un grupo que también contemplaba la hermosura del paraje. Advertí que el borde de sus vestiduras era rojo; llevaban mantos de un blanco purísimo y muy brillantes coronas. Cuando los saludamos pregunté a Jesús quiénes eran, y me respondió que eran mártires que habían sido muertos por su nombre. Los acompañaba una innúmera hueste de pequeñuelos que también tenían un ribete rojo en sus vestiduras. El monte de Sion estaba delante de nosotros, y sobre el monte había un hermoso templo. Lo rodeaban otros siete montes donde crecían rosas y lirios. Los pequeñuelos trepaban por los montes o, si lo preferían, usaban sus alitas para volar hasta la cumbre de ellos y recoger inmarcesibles flores. Toda clase de árboles hermoseaban los alrededores del templo: el boj, el pino, el abeto, el olivo, el mirto, el granado y la higuera doblegada bajo el peso de sus maduros higos, todos embellecían aquel paraje. Cuando íbamos a entrar en el santo templo, Jesús alzó su melodiosa voz y dijo: “Únicamente los 144.000 entran en este lugar”. Y exclamamos: “¡Aleluya!” 

Este templo estaba sostenido por siete columnas de oro transparente, con engastes de hermosísimas perlas. No me es posible describir las maravillas que vi. ¡Oh, si yo supiera el idioma de Canaán ¡Entonces podría contar algo de la gloria del mundo mejor! Vi tablas de piedra en que estaban esculpidos en letras de oro los nombres de los 144.000.—Primeros Escritos, 18, 19. {SVC 85.3}

La promesa de Dios a Elena G. de White—El Señor me mostró en visión otros mundos. Me fueron dadas alas y un ángel me acompañó desde la ciudad a un lugar brillante y glorioso… Supliqué a mi ángel acompañante que me dejara permanecer allí. No podía sufrir el pensamiento de volver a este tenebroso mundo. El ángel me dijo entonces: “Debes volver, y si eres fiel, tendrás, con los 144.000, el privilegio de visitar todos los mundos y ver la obra de las manos de Dios”.—Primeros Escritos, 39, 40. 


Abel recibirá la inmortalidad—En su segunda venida todos los preciosos muertos, desde el justo Abel hasta el último santo que muera, serán despertados a la vida gloriosa e inmortal.—Comentario Bíblico Adventista 5:1085. 

Abrahán recibirá su posesión eterna—Le fue revelado el plan de redención, en la muerte de Cristo, el gran sacrificio, y su venida en gloria. También vio Abrahán la tierra restaurada a su belleza edénica, que se le daría a él para siempre, como pleno y final cumplimiento de la promesa.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 131, 132.

Los vencedores recibirán la corona—Que ninguno se lisonjee pensando que es una persona de éxito, a menos que conserve la integridad de su conciencia y se entregue del todo a la verdad y a Dios. Debemos avanzar firmemente y nunca perder el ánimo ni la fe en las buenas obras, no importan las pruebas que se presenten en el camino o la oscuridad moral que nos rodee. La paciencia, la fe, y el amor por el deber son las lecciones que tenemos que aprender. Subyugar el yo y contemplar a Jesús es trabajo de todos los días. El Señor nunca abandonará al alma que confía en él y solicita su ayuda. La corona de la vida se coloca sobre la frente de aquel que ha vencido. Para todos, hay una obra seria y solemne que hacer por Dios mientras dure la vida. A medida que el poder de Satanás aumenta y se multiplican sus artimañas, los que están a cargo del rebaño de Dios deben mostrarse hábiles y aptos y ejercer un perspicaz don de mando. No solamente tiene cada uno de nosotros una obra que hacer por su propia alma, sino que también tenemos el deber de despertar a otros para que busquen la vida eterna.—Testimonios para la Iglesia 5:66, 67.

Si queréis ser santos en el cielo, primero debéis serlo en la tierra. Los rasgos de carácter que acariciáis en esta vida no cambiarán en virtud de la muerte o de la resurrección. Saldréis de la tumba con la misma disposición que manifestasteis en vuestro hogar y en la sociedad. Jesús no cambia el carácter en su venida. La obra de transformación debe hacerse ahora. Nuestra vida diaria determina nuestro destino. Debemos arrepentirnos de nuestros defectos de carácter y vencerlos mediante la gracia de Cristo, y debe formarse un carácter simétrico mientras estamos en este período de prueba, a fin de que seamos idóneos para las mansiones de arriba.—Eventos de los Últimos Días, 299.

El propósito original de Dios al crear la tierra será cumplido cuando ésta llegue a ser la morada eterna de los redimidos. “Los justos heredarán la tierra”. Gozaremos entonces con él todas las glorias del mundo por venir durante los siglos sin fin de la eternidad… No habrá nada en el reino de Dios que pueda traer problemas o molestias. Esa es la vida prometida al vencedor: una vida de felicidad y paz; una vida de amor y belleza… sin pecado, sin problemas, sin nada que eche a perder la paz de sus moradores.—Mi vida hoy, 350.1.

Los que vencen el mundo, la carne y el diablo, serán los favorecidos que reciban el sello del Dios vivo. Aquellos cuyas manos no estén limpias, cuyos corazones no sean puros, no tendrán el sello del Dios vivo. Los que están planeando pecados y ejecutándolos serán pasados por alto. Sólo los que, en su actitud ante Dios, ocupan la posición de quienes se arrepienten y confiesan sus pecados en el gran día de la verdadera expiación, serán reconocidos y señalados como merecedores de la protección de Dios. Los nombres de aquellos que firmemente anhelan y esperan la aparición de su Salvador y velan por ella—más ferviente y anhelosamente que los que esperan la mañana—estarán en el número de los que son sellados. Aquellos que, mientras tienen toda la luz de la verdad que brilla sobre sus almas, y debieran tener obras correspondientes a su fe reconocida, son sin embargo hechizados por el pecado, implantan ídolos en su corazón, corrompen sus almas delante de Dios, y mancillan a los que se unen con ellos en el pecado, verán sus nombres borrados del libro de la vida, y serán dejados en la oscuridad de la medianoche, carentes de aceite en las vasijas de sus lámparas. “A vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de Justicia, y en sus alas traerá salud”.—Testimonios para los Ministros, 445.


Hay un cielo delante de nosotros, una corona de vida que ganar. Pero sólo se dará la recompensa al vencedor. El que gane el cielo debe entrar revestido del manto de justicia. “Y cualquiera que tiene esta esperanza en él, se purifica, como él también es limpio”. En el carácter de Cristo no había desarmonía de ninguna especie. Y ésta debe ser nuestra experiencia. Nuestra vida debe estar dominada por los principios que regían la suya.—Hijos e Hijas de Dios, 10. {SVC 88.2}

Los fieles serán exaltados y honrados—Las glorias que esperan a los fieles vencedores están por encima de cualquier descripción. El Señor los honrará y exaltará grandemente. Crecerán como el cedro y su entendimiento sin duda irá en aumento. Y a medida que vayan avanzando en las etapas del conocimiento, sus expectativas quedarán por debajo de la realidad. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. 1 Corintios 2:9. Nuestra tarea ahora es alistarnos para aquellas mansiones que Dios está preparando para los que lo aman y guardan sus mandamientos… El Señor Jesús aumentará la capacidad de cada mente y corazón para que puedan recibir el Espíritu Santo.—Alza Tus Ojos, 149.


Los que vuelvan al redil—Cuando la tormenta de persecución se desate realmente sobre nosotros, las verdaderas ovejas oirán la voz del verdadero Pastor. Se harán esfuerzos abnegados para salvar a los perdidos, y muchos que se han descarriado del redil se volverán para seguir al gran Pastor.—Servicio Cristiano Eficaz, 206. 

Sin diferencia de raza o color—El nombre del hombre negro está escrito en el libro de la vida al lado del hombre blanco. Todos son uno en Cristo. El nacimiento, la posición social, la nacionalidad o el color no pueden elevar o degradar a los hombres. El carácter hace al hombre. Si un hombre cobrizo, un chino o un africano da su corazón a Dios en obediencia y fe, Jesús no lo ama menos a causa de su color. Lo llama su bien amado hermano.—Servicio Cristiano Eficaz, 269, 270. 

Aquellos a quienes los redimidos han conducido al Salvador—Los redimidos se encontrarán y reconocerán a las personas por ellos conducidos al Salvador. ¡Qué bienaventurada plática sostendrán con esos seres! “Yo era pecador—dirá uno—; sin Dios y sin esperanza en el mundo; tú te acercaste a mí y me diste a conocer el precioso Salvador como mi única esperanza”… Otros dirán: “Yo era un pagano que vivía en un país pagano también. Y tú dejaste a tus amigos y tu cómodo hogar para ir a enseñarme cómo descubrir a Jesús y creer en él como el único Dios verdadero. Yo derribé todos mis ídolos y adoré a Dios, y ahora lo veo cara a cara. Estoy salvado para siempre, y podré contemplar eternamente al que amo”.—Maranata: El Senor Viene, 301.

Los ganadores de almas—Cada mayordomo sabio de los bienes confiados a él, entrará en el gozo de su Señor. ¿Qué es este gozo? “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente”. Lucas 15:10. Habrá una bendita alabanza, una santa bendición, para los fieles ganadores de almas. Se unirán a los que se regocijan en el cielo, que dan la bienvenida a la cosecha al entrar ésta en el hogar.—Consejos Sobre Mayordomía Cristiana, 363. 

Aquellos que tienen el cielo en su corazón—Cristo ha sido un compañero diario y un amigo familiar para sus fieles seguidores. Éstos han vivido en contacto íntimo, en constante comunión con Dios. Sobre ellos ha nacido la gloria del Señor. En ellos se ha reflejado la luz del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Ahora se regocijan en los rayos no empañados de la refulgencia y gloria del Rey en su majestad. Están preparados para la comunión del cielo; pues tienen el cielo en sus corazones. 

Con cabezas levantadas, con los alegres rayos del Sol de Justicia brillando sobre ellos, regocijándose porque su redención se acerca, salen al encuentro del Esposo, diciendo: “He aquí éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará”. Isaías 25:9. 

“Y oí como la voz de una grande compañía, y como el ruido de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: Aleluya: porque reinó el Señor nuestro Todopoderoso. Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque son venidas las bodas del Cordero, y su esposa se ha aparejado… Y él me dice: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena del Cordero”. Él “es el Señor de los señores, y el Rey de los reyes: y los que están con él son llamados, y elegidos, y fieles”.Apocalipsis 19:6-9; 17:14.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 347.

Abrahán, Isaac, Jacob, Noé y Daniel—En otro pasaje del libro A Word to the Little Flock [Un mensaje a la pequeña grey], hablo de escenas de la “tierra nueva y declaro que allí vi a santos de la antigüedad: Abrahán, Isaac, Jacob, Noé, Daniel y muchos como ellos”.—Mensajes Selectos 1:73. 

Los que han seguido al Modelo—…Los santos que lo esperan estarán mirando al cielo, como los “varones galileos” cuando ascendió desde el monte de las Olivas. Luego, sólo los que son santos, los que han seguido enteramente al manso Modelo, exclamarán con gozoso arrobamiento al contemplarlo: “He aquí éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará”. Y serán transformados “en un momento, en un abrir de ojo, y a la final trompeta”, esa trompeta que resucita a los santos dormidos y los llama a levantarse de sus lechos de polvo, revestidos de gloriosa inmortalidad, exclamando: “¡Victoria! ¡Victoria! sobre la muerte y el sepulcro”. Los santos transformados son arrebatados junto con ellos para encontrar al Señor en el aire, para no separarse nunca más del objeto de su amor.—Hijos e Hijas de Dios, 362. 

Los que hacen su voluntad—El carácter que nosotros revelemos ahora es el que decide nuestro destino futuro. La felicidad del cielo se hallará poniéndose en conformidad con la voluntad de Dios, y si los hombres llegan a ser miembros de la familia real en el cielo es porque éste ha comenzado con ellos en la tierra. Han albergado el espíritu de Cristo… El justo se apropiará de cada gracia, de toda facultad preciosa y santificada de las cortes del cielo, y cambiará la tierra por el cielo.—Hijos e Hijas de Dios, 363. 

Los que trabajan en armonía con Dios—Nadie, ni siquiera Dios, puede llevarnos al cielo a menos que hagamos de nuestra parte el esfuerzo necesario. Debemos enriquecer nuestra vida con rasgos de belleza. Debemos extirpar los rasgos naturales desagradables que nos hacen diferentes de Jesús. Aunque Dios obra en nosotros para querer y hacer su beneplácito, debemos obrar en armonía con él. La religión de Cristo transforma el corazón. Dora de ánimo celestial al hombre de ánimo mundanal. Bajo su influencia, el egoísta se vuelve abnegado, porque tal es el carácter de Cristo. El deshonesto y maquinador, se vuelve de tal manera íntegro, que viene a ser su segunda naturaleza hacer a otros como quisiera que otros hiciesen con él. El disoluto queda transformado de la impureza a la pureza. Adquiere buenos hábitos porque el evangelio de Cristo llegó a ser para él un sabor de vida para vida.—Testimonios para la Iglesia 5:324. 

Los que contemplan las cosas celestiales—En el cielo, Dios es todo en todos. Allí reina suprema la santidad; allí no hay nada que estropee la perfecta armonía con Dios. Si estamos a la verdad en viaje hacia allá, el espíritu del cielo morará en nuestro corazón aquí. Pero si no hallamos placer ahora en la contemplación de las cosas celestiales; si no tenemos interés en tratar de conocer a Dios, ningún deleite en contemplar el carácter de Cristo; si la santidad no tiene atractivos para nosotros, podemos estar seguros de que nuestra esperanza del cielo es vana. La perfecta conformidad a la voluntad de Dios es el alto blanco que debe estar constantemente delante del cristiano. Él se deleitará en hablar de Dios, de Jesús, del hogar de felicidad y pureza que Cristo ha preparado para los que le aman. La contemplación de estos temas, cuando el alma se regocija en las bienaventuradas seguridades de Dios, es comparada por el apóstol al goce de “las virtudes del siglo venidero”.—Testimonios para la Iglesia 5:696. 

Los que aman a Dios y al prójimo—“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo… Haz esto, y vivirás”. Lucas 10:27, 28. Heredarán la vida eterna todos los que conformen su vida con el claro requerimiento de la Palabra de Dios.—Mensajes Selectos 1:204. 

Los que han participado de los sufrimientos de Cristo—Únicamente aquellos que han participado de los sufrimientos del Hijo de Dios, y han subido de la gran tribulación y lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero, pueden disfrutar de la gloria indescriptible y la belleza insuperable del cielo.—Joyas de los Testimonios 1:48. 

Los revestidos de pureza—Vivimos en los últimos días. Pronto Cristo vendrá para llevar a su pueblo a las mansiones que está preparando para ellos. Pero en esas mansiones no puede entrar nada que contamine. El cielo es puro y santo y los que pasen por las puertas de la ciudad de Dios, deben revestirse aquí de pureza interior y exterior.—El Conflicto de los Siglos, 102, 103. 

Aquellos quienes han oído su voz—Aquellos a quienes Cristo elogia en el juicio, pueden haber sabido poca teología, pero albergaron sus principios. Por la influencia del Espíritu divino, fueron una bendición para los que los rodeaban. Aun entre los paganos, hay quienes han abrigado el espíritu de bondad; antes que las palabras de vida cayesen en sus oídos, manifestaron amistad para con los misioneros, hasta el punto de servirles con peligro de su propia vida. Entre los paganos hay quienes adoran a Dios ignorantemente, quienes no han recibido jamás la luz por un instrumento humano, y sin embargo no perecerán. Aunque ignorantes de la ley escrita de Dios, oyeron su voz hablarles en la naturaleza e hicieron las cosas que la ley requería. Sus obras son evidencia de que el Espíritu de Dios tocó su corazón, y son reconocidos como hijos de Dios. 

¡Cuánto se sorprenderán y alegrarán los humildes de entre las naciones y entre los paganos, al oír de los labios del Salvador: “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis”! ¡Cuán alegre se sentirá el corazón del Amor Infinito cuando sus seguidores le miren con sorpresa y gozo al oír sus palabras de aprobación! 

Pero el amor de Cristo no se limita a una clase. Se identifica con cada hijo de la humanidad. A fin de que pudiésemos llegar a ser miembros de la familia celestial, se hizo miembro de la familia terrenal. Es Hijo del hombre, y así hermano de cada hijo e hija de Adán. Sus seguidores no se han de sentir separados del mundo que perece en derredor suyo. Son una parte de la trama y urdimbre de la humanidad; y el Cielo los mira como hermanos de los pecadores tanto como de los santos. Los que han caído, los que yerran y los pecaminosos, son abarcados por el amor de Cristo; y cada buena acción hecha para elevar a un alma caída, cada acto de misericordia, son aceptados como hechos a él.—El Deseado de Todas las Gentes, 593.

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Pensamiento de hoy

- Elena G. White


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