¿La mujer no puede hablar en público?

La Biblia no considera a la mujer inferior al hombre, pues ambos fueron creados a imagen de Dios (Génesis 1:26 y 27). Eva incluso fue sacada de una costilla de Adán, de su lado, lo que indica que era IGUAL a él en importancia. Dios no la hizo del «hueso del pie» de Adán, para no ser inferior y ni del «hueso de la cabeza», para no ser superior. La palabra de Dios exalta a la mujer. Sólo difiere la mujer del hombre en su función después de la entrada del pecado. El hombre ahora es la cabeza del hogar y ella, el corazón del hogar. Dios creyó mejor que el hombre fuera el jefe de la familia en el contexto del pecado en que vivimos.

Los textos de Pablo referentes a la participación de la mujer en el culto público (1 Timoteo 2: 8-15, 1 Corintios 14:34) deben ser entendidos a la luz del contexto histórico y cultural de los días de él.

Si 1 Timoteo 2: 8-15 fuera interpretado sin tener en cuenta el porqué de que Pablo diera tal orientación, hasta Elena de White, la profetisa llamada por Dios, estaría equivocada en predicar. Ella era una gran predicadora y muchas personas se convirtieron con sus sermones. Y más: si debemos entender tal declaración de Pablo como un principio (en vez de una norma cultural) para todas las culturas, de todas las épocas, entonces las mujeres en los días de hoy deben usar el velo y el pelo largo (1 Corintios 11: 2-16). Y, no podríamos ni siquiera apreciar las hermosas voces de nuestras cantantes en los días de culto, ya que ellas no pueden expresarse ante el público.

Pablo habló para culturas en que era «vergonzoso» (ver 1 Corintios 14:35) para las mujeres hablar en público (en Corinto, era indecente aparecer sin el velo o con el pelo cortado). El Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día afirma sobre 1 Corintios 14:35: «… las costumbres de los griegos y de los judíos ordenaban que las mujeres se retiraran cuando se discutían los asuntos públicos. La violación de esa costumbre sería considerada como una deshonra y habría sido una vergüenza para la iglesia.»

Que eso era sólo una cuestión cultural podemos verlo en el hecho de que la Biblia menciona a mujeres llamadas por Dios para ser profetisas e incluso ocupar cargos de liderazgo: Débora (jueza y profetisa – Jueces 4: 4 y 5), y las 4 hijas de Felipe (profetisas – Hechos 21: 9), por ejemplo. El mismo Pablo contaba con la cooperación de las mujeres en la predicación del evangelio (Filipenses 4: 2, 3, Romanos 16: 3, 6, 12, 15).

Hoy, en nuestra cultura, no es vergonzoso para una mujer hablar públicamente. Por el contrario: la mujer está cada vez más ocupando su espacio, incluso al mando de grandes empresas. Por supuesto, no debemos aceptar que la mujer pierda su papel destinado por Dios. Ella es insustituible en su función de profesora de los hijos, en la preparación de ellos para la vida eterna.

Por Leandro Quadros.

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