10 Días en el Aposento Alto – Para recibir el don del Espíritu Santo | Mark A. Finley

Dios anhela derramar el Espíritu Santo sobre su iglesia hoy.

Bienvenido a un viaje espiritual maravilloso al aposento alto. Permítame garantizarle que está a punto de embarcarse en algunos de los descubrimientos bíblicos más emocionantes.

Durante estos estudios, exploraremos la preparación necesaria para recibir el poder del Espíritu Santo en toda su plenitud. Analizaremos juntos las instrucciones de la inspiración sobre la recepción del Espíritu Santo y cómo vivir diariamente en el poder del Espíritu.

¿Alguna vez se preguntó por qué los discípulos tenían una fe tal que desafiaba la muerte? ¿Qué les daba coraje para proclamar el evangelio hasta los confines de la tierra, a pesar de esas posibilidades tan abrumadoras? ¿Por qué fueron tan diferentes después de Pentecostés?

«No es por causa de alguna restricción de parte de Dios por lo que las riquezas de su gracia no fluyen a los hombres sobre la tierra. Si la promesa no se cumple como debiera, se debe a que no es apreciada debidamente. Si todos lo quisieran, todos serían llenados del Espíritu. Dondequiera la necesidad del Espíritu Santo sea un asunto en el cual se piense poco, se ve sequía espiritual, oscuridad espiritual, decadencia y muerte espirituales. Cuandoquiera que los asuntos menores ocupen la atención, el poder divino que se necesita para el crecimiento y la prosperidad de la iglesia, y que traería todas las demás bendiciones en su estela, falta, aunque se ofrece en infinita plenitud»

(Los hechos de los apóstoles, p. 41).
  • Introducción: pdf
  • Bienvenida: pdf
  1. Día 1: La intercesión ferviente: pdf
  2. Día 2: Una fe más profunda: pdf
  3. Día 3: El arrepentimiento sincero: pdf
  4. Día 4: La confesión honesta: pdf
  5. Día 5: Unidos en amor: pdf
  6. Día 6: Un examen de conciencia: pdf
  7. Día 7: Una humildad que se sacrifica: pdf
  8. Día 8: Una entrega obediente: pdf
  9. Día 9: Un agradecimiento gozoso: pdf
  10. Día 10: Una testificación fervorosa: pdf

La promesa del Espíritu Santo dada por Jesús, ¿es solo para los discípulos? El derramamiento del poder celestial, ¿se limita a ellos? ¿Será que Dios también reserva para nosotros algo que ni siquiera podemos imaginarnos? Al hablar de la promesa de Pentecostés, Pedro declara: “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hech. 2:39).

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Pensamiento de hoy

- Elena G. White


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