La triple tentación de Cristo en el desierto


Satanás había declarado a sus ángeles asociados, que vencería a Cristo en el aspecto del apetito. Esperaba vencerlo en su estado de debilidad.—The Signs of the Times, 4 de abril de 1900. 
Satanás vio que debía vencer o ser vencido. Los resultados del conflicto significaban demasiado para ser confiados a sus ángeles confederados. Debía dirigir personalmente la guerra.—El Deseado de Todas las Gentes, 91.


Mientras estuvo en el desierto, Cristo ayunaba, pero no sentía hambre… Dedicaba su tiempo a la oración ferviente, y estaba en plena comunión con Dios; era como si estuviese en la presencia del Padre… El pensamiento de la lucha que estaba ante él disipaba todo lo demás, y su alma se alimentaba del pan de vida… En visión, pudo ver el quebrantamiento del poder de Satanás sobre los tentados y caídos. Pudo verse a sí mismo sanando a los enfermos, confortando a los desesperados, animando a los angustiados y predicando el evangelio a los pobres, haciendo la obra que Dios había delineado para él. Y mientras pensaba en su misión, no tenía sensación de hambre, hasta que se cumplieron cuarenta días de ayuno. 

Entonces, cuando la visión se disipó, la naturaleza humana de Cristo sintió una tremenda necesidad de alimento. Ahora era la oportunidad de Satanás para asaltarlo. Decidió aparecer como uno de los ángeles de luz que se había presentado ante Cristo en la visión.—Manuscript Releases 21:8-9.

Un ángel apareció de repente delante de él [Cristo]; aparentemente era uno de los ángeles que había visto poco antes… Las palabras del cielo “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia”, todavía resonaban en los oídos de Satanás; pero estaba decidido a hacer dudar a Cristo de ese testimonio.—Manuscript Releases 21:9. 

Satanás apareció ante él… como un hermoso ángel del cielo, informándole que el mensaje de Dios para él era que debía concluir su ayuno.—The Review and Herald, 14 de enero de 1909.
Le dijo al Redentor que no necesitaba ayunar más; que su larga abstinencia había sido aceptada por el Padre, y que ya era suficiente; que tenía libertad de realizar un milagro en su propio beneficio.—The Signs of the Times, 29 de julio de 1889.

Creyendo que el carácter angélico que había asumido no había sido detectado, ahora Satanás se preparó para hacer dudar a Cristo de su divinidad.The Spirit of Prophecy 2:91.

La primera tentación

Satanás entonces razonó con Cristo: Si las palabras habladas después de su bautismo eran en verdad las palabras de Dios, él era el Hijo de Dios y por lo tanto no tenía razón de pasar hambre. Podía dar prueba de su divinidad y mostrar su poder, convirtiendo en pan las piedras del desolado desierto.—Redemption Series, 1:48.


Satanás le dijo a Cristo que su misión salvadora le requería colocar sus pies en el sendero manchado de sangre, pero que no le era necesario transitar por él. Como Abrahán, debía ser probado para que mostrase obediencia. Aparentando ser el mismo ángel que había detenido la mano de Abrahán para que no sacrificase a Isaac, le dijo que había sido enviado para detener su ayuno y salvar su vida. No necesitaba ni soportar el hambre ni morir de inanición. El había venido en su ayuda para hacer más llevadero el plan de salvación.—The Review and Herald, 4 de agosto de 1874.

Entonces [Satanás] llamó la atención de Cristo a su propia apariencia angelical. Vestido de luz y poder, reclamó ser un mensajero venido directamente del trono celestial, y declaró que tenía derecho a demandar de Cristo evidencias de que era el Hijo de Dios.—The Review and Herald, 4 de agosto de 1874.
Fue en sus palabras, y no en su apariencia, donde el Salvador reconoció al enemigo.The Review and Herald, 22 de julio de 1909.

Al tomar la naturaleza humana, Cristo no mantuvo la apariencia de los ángeles del cielo. Fue una de las humillaciones que aceptó voluntariamente con el fin de llegar a ser el Redentor del mundo. Satanás insistía que si él era realmente el Hijo de Dios, debía dar evidencia de su exaltado carácter. Sugirió que Dios no permitiría que su Hijo llegara a estar en una condición tan deplorable. Declaró que uno de los ángeles del cielo había sido deportado a la tierra, y que su apariencia indicaba que en lugar de ser el Rey del cielo, él era, en verdad, el ángel caído. Llamando la atención a su propia hermosura, luminosidad y fuerza, comparó su propia gloria con el estado deplorable de Cristo.—The Spirit of Prophecy 2:91.

La segunda tentación

“Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra”. Mateo 4:5-6.—El Deseado de Todas las Gentes, 100. 


Para mostrar su fuerza, Satanás alzó a Jesús y lo llevó a Jerusalén. Allí lo colocó sobre un pináculo del templo.—Spiritual Gifts 1:32. 

[Satanás] nuevamente demandó de Cristo, que si era el Hijo de Dios, lo evidenciara echándose abajo desde la impresionante altura en la que lo había colocado. Lo desafió a mostrar su confianza en el cuidado protector de su Padre, tirándose del templo hacia abajo. En su primera tentación relacionada con el apetito, Satanás trató de insinuar dudas acerca del amor y cuidado de Dios por Cristo como su Hijo, mostrándole su estado y su hambre como evidencias de que no gozaba del favor de Dios; pero no tuvo éxito. Entonces, trató de sacar ventaja de la fe y perfecta confianza que Cristo había mostrado en su Padre, haciéndolo caer en la presunción: “Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra”. Mateo 4:6.—The Review and Herald, 18 de agosto de 1874.

El astuto enemigo le presenta palabras procedentes de la boca de Dios. Se da todavía por un ángel de luz y evidencia conocer las Escrituras y comprender su significado. Como Jesús empleó antes la Palabra de Dios para sostener su fe, el tentador la usa ahora para apoyar su engaño. Pretende haber estado tan sólo probando la fidelidad de Jesús, y elogia su firmeza. Como el Salvador había manifestado confianza en Dios, Satanás le insta a dar otra prueba de su fe.

Pero otra vez la tentación va precedida de la insinuación de desconfianza: “Si eres Hijo de Dios”. Cristo se sintió tentado a contestar al “si”; pero se abstuvo de la menor aceptación de la duda. No podía hacer peligrar su vida a fin de dar pruebas a Satanás.—El Deseado de Todas las Gentes, 100.

Cuando Satanás citó la promesa: “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti”, omitió las palabras “Que te guarden en todos tus caminos”; esto es, en los caminos que Dios ha elegido. Jesús rehusó salirse del sendero de la obediencia. Aunque manifestara perfecta confianza en su Padre, no se colocaría a sí mismo en una posición que obligara a su Padre a interponerse para salvarlo de la muerte. No forzaría a la Providencia a venir en su rescate; no fracasaría en dar al hombre un ejemplo de confianza y sumisión.—The Signs of the Times, 10 de diciembre de 1902.


Si Jesús se hubiera arrojado desde el pináculo del templo, no hubiese glorificado a su Padre; porque nadie habría presenciado su acción, excepto Satanás y los ángeles de Dios. Habría llevado al Señor a desplegar su poder ante su más acérrimo enemigo, y habría condescendido con aquel a quien había venido a conquistar.—Spiritual Gifts 1:33.

La tercera tentación

Jesús salió victorioso de la segunda tentación, y luego Satanás se le manifestó en su verdadero carácter. Pero no se le apareció como un odioso monstruo, de pezuñas hendidas y alas de murciélago. Era un poderoso ángel, aunque caído. Se declaró jefe de la rebelión y dios de este mundo.


Colocando a Jesús sobre una alta montaña, hizo desfilar delante de él, en vista panorámica, todos los reinos del mundo en toda su gloria.—El Deseado de Todas las Gentes, 102.
En sus dos primeras tentaciones, [Satanás] había encubierto su verdadero carácter y propósito, declarando ser un exaltado mensajero enviado por las cortes celestiales. Pero ahora se quitó su disfraz y se presentó como el príncipe de las tinieblas, reclamando la tierra como su dominio.—The Spirit of Prophecy 2:95. 

El gran engañador intentó cegar los ojos de Cristo con el brillo y fulgor mundanal, y le presentó los reinos del mundo con toda su gloria. Aquel que había caído del cielo, mostró al mundo como si tuviese el resplandor del reino celestial, para tratar de inducir a Cristo a aceptar el soborno y postrarse para adorarle.—The Signs of the Times, 28 de marzo de 1895.

La luz del sol hería ciudades llenas de templos, palacios de mármol, campos feraces y viñedos cargados de frutos. Los rastros del mal estaban ocultos. Los ojos de Jesús, hasta poco tiempo antes afectados por una visión de lobreguez y desolación, contemplaban ahora una escena de insuperable belleza y prosperidad. Entonces se oyó la voz del tentador: “A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos”…
El tentador le ofrecía la entrega del poder que había usurpado. Cristo podía librarse del espantoso porvenir reconociendo la supremacía de Satanás. Pero hacerlo hubiera sido renunciar a la victoria del gran conflicto.—El Deseado de Todas las Gentes, 102-103

Llamándolo por su verdadero nombre, Cristo reprochó al engañador. La divinidad fulguró a través de la sufriente humanidad, y en sus palabras se manifestó la autoridad del cielo. Aunque el engañador se había disfrazado de ángel de luz, su verdadero carácter había sido descubierto por el Salvador del mundo. Lo llamó Satanás, el ángel de las tinieblas; el que había abandonado su estado de perfección y había rehusado aliarse con Dios.—The Signs of the Times, 28 de marzo de 1895.


Satanás dejó apresuradamente el campo de batalla como un enemigo vencido. A las palabras de Cristo: “Vete, Satanás”, el poderoso ángel caído no pudo hacer otra cosa que obedecer. Angeles que exceden en fortaleza estaban allí para proteger al alma tentada y resistir al enemigo.—The Review and Herald, 24 de abril de 1894.

Ángeles del cielo presenciaron las tentaciones de Cristo

Aparentemente, Cristo estaba solo frente a Satanás en el desierto de la tentación. Pero no lo estaba; los ángeles lo rodeaban. De la misma manera, los ángeles de Dios son enviados a servir a aquellos que están bajo los más fieros asaltos del enemigo.—Manuscript Releases 16:180.


Todo el cielo presenció el conflicto entre el Príncipe de la luz y el príncipe de las tinieblas. Los ángeles estaban listos para intervenir en favor de Cristo, si Satanás hubiese traspuesto los límites prescriptos.—Bible Echo and Signs of the Times, 3 de septiembre de 1900.

Estas fueron tentaciones reales, no simuladas. Cristo “padeció siendo tentado”. Hebreos 2:18. Angeles del cielo estuvieron presentes en esa ocasión, y levantaron su estandarte para que Satanás no pudiera excederse y vencer la naturaleza humana de Cristo.—Selected Messages 1:94. 

El tremendo esfuerzo lo había dejado a Cristo como muerto. “Y he aquí vinieron ángeles y le servían”. Mateo 4:11. Sus brazos le rodearon, y sobre el pecho del ángel más exaltado del cielo, el Señor descansó su cabeza… El enemigo fue vencido.—Bible Echo and Signs of the Times, 3 de septiembre de 1900. 

Habiendo Satanás acabado sus tentaciones, se apartó de Jesús por una temporada. Los ángeles sirvieron a Jesús de comer en el desierto, lo fortalecieron, y la bendición de su Padre reposó sobre él.

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- Elena G. White


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