La única vía posible de salvación

Los ángeles se postraron delante de él. Ofrecieron sus vidas. Jesús les dijo que mediante la suya salvaría a muchos, y que la de un ángel no podía pagar esa deuda. Sólo su vida podía ser aceptada por su Padre como rescate en favor del hombre. Les dijo que desempeñarían un papel, que estarían con él en diferentes oportunidades para fortalecerlo; que tomaría la naturaleza caída del hombre, y que su fortaleza ni siquiera se igualaría con la de ellos; que serían testigos de su humillación y sus grandes sufrimientos; y que al verificarlos y ver el odio de los hombres, se sentirían sacudidos por las más profundas emociones, y por amor a él querrían rescatarlo y librarlo de sus asesinos; pero que no debían interferir ni evitar nada de lo que contemplaran; que desempeñarían una parte en ocasión de su resurrección; que el plan de salvación había sido trazado, y que su Padre lo aceptaba.


Con santa pesadumbre Jesús consoló y animó a los ángeles, y les informó que después de estas cosas los que él redimiera estarían con él, y que mediante su muerte rescataría a muchos y destruiría al que tenía el poder de la muerte. Que su Padre le daría el reino y su grandeza debajo de todos los cielos, y que lo poseería para siempre jamás. Satanás y los pecadores serían destruidos, y no perturbarían nunca más el cielo ni la nueva tierra purificada. Jesús encareció a la hueste celestial que aceptara el plan que su Padre había aceptado, y que se regocijaran en el hecho de que por medio de su muerte el hombre caído podría de nuevo ser exaltado para obtener el favor de Dios y gozar del cielo.

Entonces éste se llenó de un gozo inefable. Y la hueste angélica entonó un himno de alabanza y adoración. Pulsaron sus arpas y entonaron una nota más elevada que nunca antes por la gran misericordia y la condescendencia de Dios al entregar a su muy Amado para que muriera por una raza de rebeldes. La alabanza y la adoración se derramaron por la abnegación y el sacrificio de Jesús; por el hecho de que consintiera en dejar el seno de su Padre y eligiera una vida de sufrimiento y angustia, para morir una muerte ignominiosa con el fin de dar vida a otros.

El ángel dijo: “¿Piensas tú que el Padre entregó a su amado Hijo sin conflicto alguno? No, no. El mismo Dios del cielo tuvo que luchar para decidir si dejaría perecer al hombre culpable o daría a su amado Hijo para que muriera por él”. Los ángeles estaban tan interesados por la salvación del hombre que se podía encontrar entre ellos a quienes hubieran estado dispuestos a abandonar la gloria y dar su vida por el hombre perdido. “Pero -dijo mi ángel acompañante-, de nada valdría. La transgresión es tan grande que la vida de un ángel no puede pagar la deuda. Nada fuera de la muerte y la intercesión de su Hijo podía pagar la deuda y salvar al hombre perdido del pesar y la miseria sin esperanzas”. 

Pero a los ángeles se les asignó una tarea, es a saber, subir y bajar con el bálsamo fortalecedor procedente de la gloria, para suavizar los sufrimientos del Hijo de Dios y servirle. También tendrían la tarea de guardar y proteger a los súbditos de la gracia de los ángeles impíos y de las tinieblas que constantemente arrojaría contra ellos Satanás. Vi que era imposible que Dios alterara o cambiara su ley para salvar al hombre perdido y a punto de perecer; por eso permitió que su amado Hijo muriera por la transgresión del hombre.

Satanás se regocijó una vez más con sus ángeles de que hubiera podido derribar al Hijo de Dios de su exaltada posición al provocar la caída del hombre. Dijo a sus ángeles que cuando Jesús tomara la naturaleza del hombre caído, podría dominarlo e impedir que cumpliera el plan de salvación.
Se me mostró a Satanás como fue una vez, un ángel feliz y exaltado. Después lo vi como es ahora. Su aspecto sigue siendo principesco. Sus rasgos siguen siendo nobles, porque es un ángel caído. Pero la expresión de su rostro está llena de ansiedad, preocupación, infelicidad, malicia, odio, deseos de causar daño, engaño y toda clase de mal. Observé en forma especial esa frente que fue tan noble. A partir de sus ojos comienza a retroceder. Observé que por tanto tiempo se ha inclinado al mal que toda buena cualidad se ha rebajado y se ha desarrollado todo rasgo maligno. Sus ojos son astutos, irónicos y manifiestan profunda penetración. Su cuerpo es grande, pero su piel cuelga suelta de sus manos y su rostro. Cuando lo contemplé, su barbilla reposaba sobre su mano izquierda. Parecía que estaba entregado a una profunda meditación. Una sonrisa se dibujaba en su rostro, que me hizo temblar, pues estaba llena de maldad y de astucia satánica. Es la sonrisa que esboza justamente antes de apoderarse de su víctima, y cuando la entrampa en sus redes es cada vez más horrible.


Humildemente y con indecible pesar Adán y Eva abandonaron el hermoso jardín donde habían sido tan felices hasta que desobedecieron la orden de Dios. La atmósfera había cambiado. Ya no se mantenía invariable como antes de la transgresión. Dios los vistió con túnicas de pieles para cubrirlos de la sensación de frío y calor a la que estaban expuestos.
La Historia de la Redencion

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Pensamiento de hoy

- Elena G. White


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