Recursos devocionales
Increíblemente, y como es normal en el ser humano, hacemos infinidad de cosas sin detenernos a analizar qué es lo que estamos haciendo, ni por qué lo estamos haciendo. Simplemente lo hacemos porque así lo aprendimos. Muchas veces desde niños – cuando nadie tiene el derecho ni la capacidad para cuestionar nada -, vemos que nuestros padres y abuelos hacer algo, y la tradición se refuerza aún más cuando vemos a todos a nuestro alrededor caer en el mismo círculo vicioso y hacer todos por igual una misma cosa, sin que nadie se detenga a pensar en por qué lo hacemos.
Y es allí, cuando tomamos un momento para analizar las cosas y comenzamos a preguntarnos cosas como ésta, que surgen extraordinarias revelaciones.
Esta es una de esas tradiciones, y sin duda una de las más impresionantes: ¿De dónde salió esta semana de 7 días? ¿Por qué 7 días y no 5, 6, 10 o 12?
Todos los períodos de tiempo aceptados y usados por el hombre de manera universal y cotidiana están basados en lógicas explicaciones astronómicas:
El día de 24 horas es el tiempo que la tierra demora en dar un giro o rotación completa sobre su propio eje meridiano (en realidad, demora exactamente 23 horas, 56 minutos y 4 segundos).
El mes es el tiempo que la luna demora en dar una vuelta alrededor de la tierra y en el mismo tiempo sobre su propio eje (lo cual de por sí es extraordinario y prueba de una intervención divina inteligente en este proceso): 29 días, 12 horas y 44 minutos.
El año, por su lado, es el tiempo que la tierra demora en dar una vuelta completa – o traslación – alrededor del sol. Este fenómeno astronómico demora exactamente 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45.25 segundos. Es por ello que cada cuatro años debemos agregar un día al mes de febrero (normalmente de 28 días), para compensar por el exceso de casi 24 horas exactas que se acumula cada 4 años (5 h, 48 m, 45.25 s X 4).
La semana, curiosamente, no tiene ninguna explicación astronómica. ¿Por qué entonces una semana de 7 días? ¿Por qué no de 5, 6, 10 o de 12 días?
Aunque los calendarios han sido cambiados innumerables veces, durante la historia de la humanidad, y en una variedad de civilizaciones distantes y lejanas en el tiempo y la geografía, sin embargo los días de la semana nunca fueron alterados por ninguna de ellas. Y la explicación es sencilla: Fue Dios mismo fue quien decidió que la semana fuese de 7 días, cuando al crear el mundo y todo lo que hay en él en 7 días, allí mismo estableció el ciclo semanal, tal y como está claramente registrado en la Biblia: «Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.» – Génesis 2:1-3
Desde hace aproximadamente 6000 años en que existe el registro de la creación del mundo, y hasta la fecha, la semana ha permanecido intacta. Ni una sola vez este ciclo de 7 días ha sido quebrantado. Dios no lo ha permitido. Dios afirmó el ciclo semanal tan ciertamente como lo hizo con el ciclo diario, mensual y anual.
Los historiadores han intentado rastrear los orígenes de la semana y han alcanzado llegar hasta tiempos inmemorables como las antiguas civilizaciones babilónica, india, persa y romana, entre otras, pero obviamente llegan hasta donde los simbolismos de la escritura comenzaron a existir. Estos registros muestran que el ciclo semanal de 7 días no es en lo absoluto solamente hebreo. Y en realidad no es de extrañarse que existan registros de la semana en culturas tan distintas y tan antiguas, porque en última instancia toda la raza humana desciende de la misma primera pareja, creados en la misma primera semana, y la costumbre de reconocer los siete días de la semana se pasó y propagó por toda la faz de la tierra de generación en generación y de raza en raza, hasta nuestros días.
Es muy interesante notar como lenguas antiquísimas, como por ejemplo la griega, aún hoy en día siguen llamando a los días con el número de su orden, con la excepción del primer día o «kyriakí», y el sábado o «sávato», mientras que a los demás días llaman por su número, comenzando por el lunes o «segundo día». El viernes se llama «paraskeví», o «día de preparación», que es el día que desde la antigüedad se emplea para hacer los preparativos para guardar y honrar el séptimo día del «sávato».
En Brazil y Portugal, con el portugués, al igual que en otros idiomas, ocurre lo mismo. El domingo es «domingo», pero el lunes es «segunda-feira», el martes «terca-feira» y así hasta el viernes o «sexta-feira», para terminar con el séptimo día o «sábado». En árabe también se numeran los días de 1º a 6º, excepto el sábado. Y por supuesto los hebreos, que han preservado el orden bíblico escrito desde 1500 años antes de Cristo con Moisés, numeran los 6 días (1º, 2º, 3º, etc.) y terminan con el séptimo día o «shábat» (sábado).
Aunque todas las civilizaciones e idiomas les pusieran nombre distinto a cada uno de estos 7 días (como por ejemplo los romanos los nombraron con los nombres de siete astros), lo cierto es que en todos los casos los días de la semana son siempre 7.
Otro aspecto de la semana de 7 días que vale la pena destacar, es que en toda la Biblia el número 7 está asociado con la perfección, con un concepto de estar «completo», “consumado”, «perfectamente acabado». Dios manifiesta una larga cantidad de cosas santas siempre relacionadas con el número 7: los 7 sellos, los 7 Espíritus de Dios, los 7 candelabros, las 7 iglesias, las 7 trompetas, las 7 plagas postreras, entre otras muchas cosas. Obviamente se usan otros números de manera significativa, como por ejemplo el 40, el 12, el 24, etc., pero ningún número en la Biblia se usa como el 7 para identificar la perfección proveniente de Dios.
El 6, en cambio, se lo asocia en la Biblia con cosas «incompletas», «imperfectas». Hay mucho más que podemos decir acerca de la relación entre el 6 y el 7 en la Biblia, pero esto lo dejaremos para otra ocasión para no desviarnos del tema en cuestión hoy.
Está claramente establecido que la semana de 7 días existe desde que existe el mundo, y Dios la ha preservado intacta por todas las edades. Y no es de sorprenderse que así sea, porque «Dios bendijo al séptimo día y lo santificó» (Génesis 2:3), y de la única forma que el séptimo día podría preservarse bendecido y santo por los siglos es que el resto de la semana se mantuviera intacto.
Es por ello que la Biblia asegura en Isaías 66:22, 23, hablando de la eternidad cuando Dios establezca su nuevo reino, que «como los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante de mí, dice Jehová, así permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre. Y de mes en mes, y de sábado en sábado, vendrán todos a adorar delante de mí, dijo Jehová.» La Ley de Dios es eterna, y el sábado de la semana de 7 días, ratificado en su Cuarto Mandamiento, también lo es, y seguirá siendo preservado, guardado y honrado por las edades sin fin como el día especial de adoración al Creador.
Por Martin Gondra
[email protected]
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
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