Recursos devocionales
Al final del memorable sermón del monte, Jesús describió dos caminos. Ellos conducen a dos destinos distintos. Uno de ellos conduce a través de una puerta estrecha que, vista desde afuera, no tiene nada que la recomiende, pero su fin es la vida eterna. Extrañamente, pocos encuentran este camino. Por otro lado, hay una puerta ancha, espaciosa y extensa, con muchos factores invitantes y que empujan a proseguir en ella. A su fin hay un portal amplio e imponente. Pero este camino y esta puerta, con todas las cualidades que la recomiendan, con todas las invitaciones para satisfacer la vida libre en el desenfrenado mundo, conduce a la destrucción. Su fin es la condenación eterna.
Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. Mateo 7:13, 14
La puerta ancha
¿Cual es la puerta ancha de la que habló Jesús? Es el estilo de vida adoptado por la gran mayoría de las personas del mundo, en las que hay mucho espacio en él para la diversidad de opiniones y la flojera moral. Es el camino de la tolerancia y de la permisividad. Es la vida desligada de la lealtad a Jesús. La gente puede hacer o ser lo que desee. No tiene frenos ni límites de pensamiento o de conducta. Si usted se siente bien, hágalo. Si lo deja eufórico, bébalo. Los resultados de este modo de vida son hogares deshechos, hijos abandonados, el SIDA aumentando en números geométricos, las cadenas repletas de criminales, y la corrupción tomando cuenta de casi todos los sectores de la sociedad. En fin, esa es la corriente en la que se envuelven todos los que creen que tienen el derecho de hacer lo que piensan y de imitar lo que los demás hacen.
Los que caminan este camino siguen sus propias inclinaciones, es decir, los deseos del corazón humano en su degradación. Superficialidad, egoísmo, hipocresía, religión mecánica, falsa ambición, condena; estas cosas no necesitan ser aprendidas o cultivadas. Es necesario esfuerzo para resistir a ellas, y ningún esfuerzo para practicarlas. Por eso el camino es ancho y fácil. Es el camino aparentemente hermoso, atractivo a los ojos y que parece ser verdadero, pero termina en muerte eterna (Proverbios 14:12).
Obviamente, no hay límites para el equipaje que las personas pueden llevar con ellas. No hay que dejar nada atrás, ni siquiera sus pecados, la justicia propia o el orgullo, la codicia, el prejuicio, el odio y los vicios. El camino del mundo, de los incrédulos, de aquellos que no son discípulos del Reino, es fácil de recorrer, pues tiene amplio espacio para recibir a todos los tipos de personas, con muchas y diferentes ideas sobre los blancos y valores de la vida. El camino ancho es el camino de la gran masa, por donde trillan todos los que andan el camino del yo, la ruta del pecado, que es el alejamiento de Dios. Es el camino del flujo cultural.
La puerta estrecha
Por otro lado, el camino de Jesús es estrecho y posee también una puerta estrecha. ¿Por qué el camino que conduce la vida eterna es estrecho? Porque es señalado por restricciones. Es estrecho porque se basa en el amor a Dios y en sus principios delineados en su Palabra, y porque lleva a la gente a tratar su cuerpo con respeto. El camino de Jesús es estrecho porque prohíbe represalias, odio, concupiscencia y espíritu condenatorio. Es estrecho porque ordena a aquellos que lo recorren que sean misericordiosos y pacificadores. Es la carretera contracultural.
«El camino al Reino es difícil porque excluye todo el egoísmo y obliga a andar con pocas personas. Ser parte de la mayoría es siempre más atractivo. Vivir con la minoría produce una sensación de poca importancia y de fracaso. Es un sacrificio. Pero el glamour de la mayoría es engañoso y el precio cobrado por eso puede ser la destrucción. «Es mucho mejor entrar por la puerta estrecha» (Mario Veloso, Mateo: Contando la Historia de Jesús Rey, CPB: 2006, pág 95).
Jesús dijo: «Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.» (Mateo 16:24). Pablo dijo: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.» (Gálatas 2:20). Para entrar en el camino estrecho, necesitamos dejar nuestra basura hacia atrás: el pecado, la ambición egoísta, la codicia. La puerta estrecha es, pues, la puerta de la abnegación y de la obediencia.
Jesús era sincero. Él enseñó claramente que la gente no puede entrar en el reino con los brazos llenos del equipaje de este mundo. Sin embargo, esta es una cosa difícil de hacer. Después de todo, nos gusta nuestra basura. Es interesante observar que, en el tramo paralelo en Lucas 13:24, Jesús enseña que la puerta que conduce al camino de la vida eterna no es de fácil acceso. «Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.«, afirmó Jesús. El problema no es que la salvación sea difícil. Jesús está con los brazos abiertos, invitando a todos los que vengan a Él.
La Biblia no conoce religión fácil, que dice: Sólo crea y sea salvo. Por el contrario, la religión de Jesús ordena: «Cree, sea transformado, viva los principios de la Palabra de Dios y sea salvo«. Sin embargo, llegar a ser como Jesús va contra nuestra inclinación natural. Implica una lucha, un combate interno, tanto contra las potestades del mal como contra nosotros mismos.
Rendirse es una batalla. La escritora cristiana Elena de White afirma que «La vida cristiana es una lucha y una marcha; pero la victoria que hemos de ganar no se obtiene por el poder humano. El terreno del corazón es el campo de conflicto. La batalla que hemos de reñir, la mayor que hayan peleado los hombres, es la rendición del yo a la voluntad de Dios, el sometimiento del corazón a la soberanía del amor. La vieja naturaleza nacida de la sangre y de la voluntad de la carne, no puede heredar el reino de Dios. Es necesario renunciar a las tendencias hereditarias, a las costumbres anteriores»(El Discurso Maestro de Jesucristo, página 129).
Afortunadamente, no estamos solos en esta batalla. Dios nos ofrece el Espíritu Santo y el ministerio de los ángeles. Él está listo para darnos toda la ayuda cuando pedimos y buscamos. Él conoce tanto nuestras debilidades como la intensidad de la batalla. Él está más dispuesto a perdonarnos y ayudarnos de lo que imaginamos. El campo de batalla es cada corazón humano. Cada persona necesita escoger entrar por la puerta estrecha.
¿Cómo encontrarla? Jesús dijo: «Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.» (Juan 10: 9). Algunos suelen decir: «Todos los caminos llevan a Dios». ¡Eso no es verdad! Fue Jesús quien dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí «(Juan 14: 6).
Estimado amigo lector, ¿qué camino escoge?
Por la gracia de Dios, el que camine el primer camino, inevitablemente habrá de pasar por la puerta que conduce a la vida; es igualmente cierto que el que se mantiene en el segundo camino eventualmente habrá de entrar por la puerta que conduce a la destrucción.
Usted puede elegir el camino de la vida, en el que viaja con Dios, o el camino de la muerte, en el que se encuentra lo suficientemente bueno para llegar al destino solo. La decisión sabia es el camino de la vida. Él quiere que usted abandone su «basura». Toma esto en serio.
Por Ricardo André
Pensamiento de hoy
- Elena G. White
Síguenos en las redes:
Telegram WhatsApp Facebook