La Biblia, un libro confiable: EVIDENCIA histórica y manuscrita

¿ALGUNA VEZ TE HAS PREGUNTADO si de verdad podemos confiar en lo que está escrito en la Biblia? A principios de este año un grupo de jóvenes me pidió que contestara la misma pregunta. Muchos de ellos habían escuchado que el texto sagrado ha sufrido alteraciones a lo largo de la historia; a otros simplemente les costaba creer en los relatos bíblicos, como que hubo un diluvio universal (Génesis 6-8), o que los muros de Jericó cayeron ante el toque de la trompeta de Josué (Iosué 6), o que Jesús realmente resucitó de entre los muertos (Mateo 28: 1-7). A continuación, te invito a considerar el tema de la fiabilidad de las Escrituras desde dos perspectivas: una interna, el texto de las Escrituras; y otra externa, el testimonio de la historia.

¿Podemos confiar en el texto bíblico? La primera pregunta que debemos contestar tiene que ver con el texto de la Biblia. ¿Es confiable? El primer paso al contestar esta pregunta consiste en comparar el Nuevo Testamento con los escritos de otros autores antiguos.

La tabla siguiente apunta a dos realidades innegables. En primer lugar, la gran cercanía que existe entre el texto del Nuevo Testamento y los acontecimientos que recoge es sorprendente, especialmente cuando se lo compara con otros escritos antiguos. Hoy en día nadie pone en duda los escritos de Platón o de Aristóteles; pero lo que nos ha llegado de ellos ¡está separado del original por más de mil años! Mucho de lo que sabemos del mundo antiguo se lo debemos a la pluma de Heródoto, pero las copias que tenemos de sus escritos se produjeron siglos después de su muerte. Obviamente, cuanto más cercanas son las copias al manuscrito original, más difícil resulta manipular el texto, pues los que conocen el manuscrito original todavía están vivos y pueden denunciar cualquier intento de adulteración.

AutorFecha de escrituraTiempo transcurrido entre el escrito original y las copias más antiguasNúmero de copias
Plinio el joven61-113 d.C.750 años7
Platón427-347 a. C.1,200 años7
Heródoto480-425 a.C.1,300 años8
Suetonio75-160 d.C.800 años8
Tácito100 d.C. (aprox.)1,000 años20
Aristóteles382-322 a.C.1,400 años49
Homero (la Iliada)382-322 a.C.500 años643
Nuevo Testamento50-100 d. C.Menos de cien años5,800
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Un segundo aspecto que se desprende de la tabla anterior es la gran cantidad de manuscritos existentes. Todo lo que sabemos de Plinio el joven depende de tan solo siete manuscritos. En el caso de Tácito contamos con veinte manuscritos y en el caso de La iliada, 643. Estos escritos antiguos palidecen en comparación con los 5,800 manuscritos y fragmentos griegos del Nuevo Testamento. Como bien escribió el erudito F. Bruce: «No existe en el mundo un corpus de literatura antigua tan rico en testimonios textuales como el Nuevo Testamento».

Buenas y malas noticias

Aunque contamos con miles de manuscritos del Nuevo Testamento, no todo es color e rosa. Hay os malas noticias que necesitamos abordar. En primer lugar, no tenemos ninguno de los manuscritos originales de ninguno de los libros que conforman la Biblia. Lo mejor que tenemos a nuestro alcance son copias, copias de copias y copias de copias de copias.

El mismo proceso de copiar que preservó el Nuevo Testamento hasta nuestros días y nos dejó miles de manuscritos al mismo tiempo destruyó los frágiles papiros que contenían los autógrafos (escritos originales). Para la iglesia primitiva era más importante compartir las buenas nuevas del evangelio que preservar los escritos originales.

La segunda mala noticia se deriva de la primera. Dado que los documentos antiguos se copiaban a mano, los manuscritos que nos han llegado del Nuevo Testamento difieren entre sí. ¿Qué tanto? El erudito Daniel Wallace señala que mientras el texto g1iego del Nuevo Testamento contiene alrededor 140,000 palabras, se estima que existen aproximadamente medio millón de diferencias o variantes entre los manuscritos.

Aunque esta cantidad de variantes parezca abrumadora, la realidad es que existen muchas variantes porque existen muchos manuscritos. Por ejemplo, en la antigüedad no existían los diccionarios, por lo que deletrear una palabra de forma diferente es más común de lo que imaginamos, y eso cuenta como una variante. La supresión o duplicación ele una palabra también cuenta como una variante. No obstante, los estudiosos sugieren que el 99.80 % de las diferencias o variantes no afectan el sentido del texto. Por otro lado, 0.20 % restante de las variantes, que sí pudiera alterar el significado, no afectan ninguna ele las doctrinas bíblicas.

Un ejemplo de lo anterior es Marcos 9: 29. Después de expulsar un demonio, los discípulos le preguntan a Jesús por qué ellos no pudieron expulsar el demonio. Jesús les responde: «A esta clase de demonios solamente se la puede expulsar por medio de la oración» (Marcos 9: 29, DHH). Sin embargo, algunos manuscritos contienen la lectura «por medio de la oración y el ayuno». Esa diferencia cambia el sentido y puede afectar la forma en la que practicamos la religión, pero no afecta en nada las doctrinas bíblicas.

¿ Y qué del Antiguo Testamento?

Ahora prestemos atención brevemente a los escritos que conforman el Antiguo Testamento. ¿Podemos estar seguros de que lo que leemos en la Biblia fue lo que los profetas hebreos escribieron? En resumen, sí.

Durante los últimos siglos, las versiones bíblicas, desde la famosa versión inglesa del rey Jacobo (la King James) hasta la Biblia del Oso en español, habían basado sus traducciones del Antiguo Testamento en el texto creado por los masoretas en los siglos X y XI d. C Los manuscritos más confiables en hebreo eran el códice de Alepo (920 a. C.) y el códice ele Leningraclo (1008 d. C.). Pero todo cambió en 1948, cuando un joven pastor que cuidaba sus cabras en el desierto lanzó una piedra en una cueva cercana. Pocos segundos después escuchó el ruido ele algo que se rompía. Aquella travesura desembocó en el descubrimiento de los rollos del mar Muerto.

Aproximadamente el 40 ¿% de los manuscritos descubiertos en las cuevas del mar Muerto son copias del Antiguo Testamento. Dichas copias datan del siglo I a. C, por lo que son mil años más anti­guas que los códices de Alepo y Leningrado. Al comparar el texto de los rollos del mar Muerto con el texto masorético notamos que son casi idénti­cos, salvo algunas diferencias ortográficas y de es­tilo. Esto demuestra que el texto del Antiguo Tes­tamento se ha mantenido íntegro ¡durante más de dos mil años! A nivel interno la Biblia es confiable.

La Biblia y la historia

Ya hemos visto que podemos confiar en el tex­to de la Biblia. No obstante, muchas personas po­nen en tela de juicio el contenido de la Biblia. De entrada, quisiera aclarar que ninguna ciencia po­drá jamás demostrar las verdades espirituales de las Escrituras. Podemos comprobar mediante la historia que Jerusalén fue destruida en el año 70 d. C por las tropas de Tito, pero no podemos cons­tatar que dicho desastre se debió a los pecados del pueblo judío.

Ahora bien, aunque no podamos comprobar las verdades espirituales de la Biblia, las ciencias auxiliares sí nos pueden ayudar a verificar las ase­veraciones históricas de la Palabra de Dios. A con­tinuación, se presentan algunos hallazgos arqueo­lógicos que dan testimonio de los sucesos narrados en la Biblia.

La estela de Hammurabi (1700 a. C) contiene unas 280 leyes, muchas de ellas son muy similares a las de Moisés. La piedra moabita que relata la historia del rey moabita Mesa contra el rey de Is­rael, valida y suplementa el relato de 2 Reyes 3. El obelisco negro de Salmanasar III presenta al rey israelita Jehú pagando tributo al monarca asirio. Esto confirma la existencia de Jehú como rey de Is­rael (1 Reyes 19: 15, 16) y la dominación asiria sobre su reino. El prisma de Taylor describe el sitio de Jerusalén durante el reinado de Ezequías por parte de Senaquerib y las fuerzas asirias (2 Reyes 19 e Isaías 36 y 37). La estela de Tel Dan conme­mora la victoria de un rey arameo sobre los anti­guos israelitas. En dicha estela se puede leer clara­mente la frase «casa de David». Esta es la aparición más antigua del nombre de David asociado a una dinastía. La inscripción acerca de Poncio Pilato fue hallada en 1961 y dice: «Poncío Pilato, prefec­to de Judea» y es la primera evidencia fuera de la Biblia sobre la existencia de Pilato, quien juzgó y condenó a Jesús (Mateo 27: 11-26).

Conclusión

Al analizar tanto la evidencia interna, el texto de la Biblia, como externa, el testimonio de la his­toria, podemos concluir que la Biblia es un libro digno de nuestra confianza. Pero más allá de lo que digan los códices y la arqueología, el testimo­nio de millones de personas cuyas vidas han sido transformadas por la Biblia valida su origen divi­no. Todavía hoy la Biblia sigue teniendo «vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hebreos 4: 12). Hoy te invito a bus­car a Dios mediante su Palabra.

Jorge L Rodríguez es editor de IADPA, la casa editora que publica PRIORIDADES.

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