El cristianismo no consiste en preferir ser rico o pobre. Se trata de dedicar fielmente los talentos y recursos que disponemos, pocos o muchos, al propósito de glorificar a Dios (1 Cor. 10:31).
La orientación bíblica es absolutamente clara: “Así que, sea que coman o beban o cualquier otra cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor. 10:31).
Nuestro deber de glorificar al Señor no concluye al devolver los diezmos y las ofrendas, ni al donar o ahorrar dinero. Como embajadores del Reino, debemos también disfrutar para la gloria de Dios

Siete prioridades para glorificar a Dios en nuestras vida financiera
PRIORIDAD Nº 1: BUSCAR
Jesús indicó cuál debe ser nuestra prioridad número uno al decir: “Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, entonces todas estas cosas les serán añadidas” (Mat. 6:33, NVI). Muchos quieren resolver la vida financiera a costa del tiempo que debería utilizarse para la oración, para la lectura de la Biblia y para el culto familiar.
Nada debe suprimir ni sustituir el momento reservado a la comunión con Dios. Antes de preocuparnos por poner el alimento sobre la mesa, necesitamos ocuparnos en estar abastecidos de la Palabra de Dios (Deut. 8:3).
PRIORIDAD Nº 2: TRABAJAR
En Proverbios 12:11, leemos: “El que se esfuerza en su trabajo tiene comida en abundancia, pero el que persigue fantasías no tiene sentido común”. La fantasía es una obra de la imaginación, un “hacer de cuenta”.
La Palabra de Dios nos orienta a vivir en el mundo real. Y, en el mundo real, los resultados duraderos tienen que ver con el trabajo dedicado y bien realizado. “La riqueza […] que es fruto del arduo trabajo aumenta con el tiempo” (Prov. 13:11).
PRIORIDAD Nº 3: RECIBIR
Nuestro trabajo es tan solo una fuente de ingreso. Podemos, con celo y disciplina, emplear recursos y esfuerzos para crear y mantener otras fuentes de ingreso además del trabajo.
La mujer virtuosa descrita en Proverbios 31, por ejemplo, “va a inspeccionar un campo y lo compra; con sus ganancias planta un viñedo”. Esa viña, una vez productiva, podría arrendarse (Cant. 8:11), lo que reportaría ingresos extra.
El rey David, por ejemplo, sin duda estaba muy ocupado al frente de los intereses de la nación israelita. Y no por eso dejó de desarrollar negocios particulares. En el transcurso de los años, en la medida en que Dios lo ayudaba a prosperar (2 Sam. 22:36), David fue adquiriendo y multiplicando riquezas. De hecho, la Biblia describe que él, al final de su vida, poseía un extenso patrimonio, constituido por cultivos de cereales, plantaciones de uvas, aceitunas e higos, rebaños de ganado y de ovejas, así como camellos y burros. Es decir, David tenía al menos ocho emprendimientos distintos. Sin embargo, no era él quien conducía esos negocios. Hombres competentes y de confianza los administraban (1 Crón. 27:25-31).
PRIORIDAD Nº 4: HONRAR
En la Biblia leemos: “Honra al Señor con tus riquezas y con los primeros frutos de tus cosechas” (Prov. 3:9, NVI).
Observa que la expresión “primeros frutos” enfatiza un orden importante: Cuando recibimos algo, no debemos satisfacer nuestras necesidades personales ni nuestros intereses particulares o los de quien dependa de nosotros. Antes debemos honrar al Señor entregándole la parte que nos pide en forma de diezmos y ofrendas. De este modo, reconocemos que todo proviene del Señor y que no podemos hacer nada más allá de devolverle de lo que proviene de sus manos (1 Crón. 29:14).
PRIORIDAD Nº 5: DONAR
En la Biblia, leemos:
Cuando recojas las cosechas de tu tierra, no siegues el grano en las orillas de tus campos ni levantes lo que caiga de los segadores. Harás lo mismo con la cosecha de la uva, no cortes hasta el último racimo de las vides ni recojas las uvas que caigan al suelo. Déjalas para los pobres y para los extranjeros que viven entre ustedes. Yo soy el Señor tu Dios (Lev. 19:9, 10).
La orientación divina para mí y para ti es la siguiente: a la hora de cosechar, no coseches todo; deja una parte para las personas necesitadas. Es decir, no debemos dejar tan solo los restos para los necesitados, aquello que sobró después de usar y usar hasta que no lo queremos más, sino lo que usaríamos por primera vez y, sin embargo, decidimos compartir.
PRIORIDAD Nº 6: AHORRAR
En Proverbios 21:20, leemos: “Los sabios tienen riquezas y lujos, pero los necios gastan todo lo que consiguen”. Gastar todo es lo mismo que ahorrar nada. Y la Biblia dice, con todas las letras, que eso es insensatez; es decir, desatino, cosa de gente sin juicio.
Para comenzar, necesitamos ajustar el orden de las cosas. Recuerda: antes de gastar es necesario ahorrar. ¿Cómo? Ajustando el gasto a lo que sobra después de ahorrar. Para mantener las finanzas equilibradas, es fundamental nunca gastar todo lo que se recibe y siempre ahorrar antes de gastar.
PRIORIDAD Nº 7: DISFRUTAR
Finalmente llegó la hora de disfrutar. Al fin y al cabo, todos “debería[n] comer, beber y aprovechar el fruto de su trabajo, porque son regalos de Dios” (Ecl. 3:13).
¡Regalo de Dios! Por lo tanto, no es pecado disfrutar de los ingresos que el Señor nos concedió, siempre y cuando lo hagamos con responsabilidad, conscientes de que lo que resta en nuestras manos aún pertenece al Señor, no es nuestro. Cumplir las etapas anteriores no nos pone ahora en el derecho de disfrutar como si no tuviéramos que rendir cuentas.
La orientación bíblica es absolutamente clara: “Así que, sea que coman o beban o cualquier otra cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor. 10:31).
Escrito por: Camila Russo graduada en Administración de Empresas, tiene un MBA y una maestría en Finanzas, y cuenta con trece años de experiencia laboral en el sector bancario. Parte de ese tiempo lo dedicó al área de estructuración de ofertas públicas de acciones, evaluación de empresas, y consultoría en fusiones y adquisiciones.



